Nació en Salta pero se define como cordobesa, porque la provincia de la tonada fuerte la recibió a dos semanas de haber nacido, cuando el trabajo de su papá llevó a la familia a Jesús María. Desde entonces vive ahí. Se llama Yamila Mendoza, tiene 21 años y sueña con ser parte de una generación de dirigentes agropecuarios que conozcan el territorio y empaticen con los demás.
Su papá es gendarme y su mamá dueña de una estética, nadie en su familia tiene campo, ni alquila campo, ni trabajó o trabaja en el campo. Ninguna relación. Sin embargo, a los 18 terminó el secundario y empezó a estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba. A la par, el 27 de marzo de 2018 caía casi de casualidad en la Sociedad Rural local.
“Es muy rara mi llegada al agro. Estaba viviendo un momento complicado a nivel familiar y justo vi que buscaban chicos para ingresar al Ateneo de la Rural. Me animé a ir a una reunión y nunca más solté ese espacio”, cuenta Yamila a Infocampo. Del primer encuentro participó un viernes, mientras el Ateneo y la Rural organizaban el Congreso de Juventudes de CRA y planeaban paneles políticos, económicos, sociales y técnicos que la atrajeron. No habían pasado más de tres días que el lunes siguiente Yamila se encontró a sí misma acomodando a la gente y llenando planillas en un remate especial de Jesús María. “En cinco minutos me tuve que aprender las razas y de repente estaba delimitando en voz alta dónde iban los Brangus y dónde los Hereford”, recuerda.
Se había imaginado que caer de la nada en una Rural sería estar “como mosca en leche”, pero admite que fue todo lo contrario: “La calidad de personas con la que me encontré estaba lejos de mis prejuicios. Nadie me conocía, yo no era hija de productores, no venía del campo y me trataron tan bien que hasta me convencí de que era un lugar para quedarme”.
Desde entonces la participación no paró. A la mañana cursa en la facultad y a la tarde va a la Rural. En el primer año ya se volvió parte de la comisión directiva del Ateneo: por mayoría fue designada secretaria y, a la vez, la nombraron delegada para el Ateneo CARTEZ (la confederación de Córdoba, San Luis, Catamarca y La Rioja). En febrero de este año pasó a ser la presidenta del Ateneo de la Rural de Jesús María y ahora es oficialmente una dirigente agropecuaria joven. “Cuando vi de cerca los valores del campo entendí que eran los que me inculcó mi familia desde chica, los vivo y los siento, por eso ya me siento parte del agro”, dice.
“A veces en los consejos del Ateneo CARTEZ se hablaba de temas muy puntuales que yo no conocía, volvía mi casa y me ponía a investigar. Le pedí a dirigentes adultos de la Rural recomendaciones de libros y aprendí leyendo la historia de la dirigencia y las instituciones del campo, cómo fue cambiando el precio de la soja y la importancia de los Derechos de Exportación. Entendí que si no sabía de los temas, no podía analizarlos”, agrega.
Cumplió el sueño propio y familiar de estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, pero admite que a veces se pregunta qué hubiese pasado si elegía agronomía o veterinaria, o si simplemente hubiese conocido la Rural antes de definir su carrera. “Me lo replanteé, pero seguí con Derecho porque siento que también hacemos falta personas de otros palos para analizar y defender al sector desde otro lugar”, sostiene.
Por eso hoy es la líder de los 41 jóvenes del Ateneo de la Sociedad Rural de Jesús María (20 chicas y 21 chicos) y una -la más joven- de las Mujeres Confederadas, el espacio de CRA que se gestó en los últimos meses y busca condensar ahí las demandas de las mujeres rurales. “El feminismo es clave, las mujeres estábamos ocultas, en las sombras, pero demostramos que era necesario y posible que trabajemos codo a codo, y en eso tenemos mucho que ver las jóvenes”, asegura.
– ¿Qué cosas del campo te preocupan hoy?
– Me preocupa y me duele cómo los chicos de mi edad ven al sector o la pésima imagen que tienen de los productores. A veces me callo pero otras veces tengo la obligación de mostrar los valores del campo o demostrar que no son los culpables de todo eso que se escucha a diario. Para mí, esos prejuicios tienen que ver con la desinformación.
– ¿Y del país?
– Que cuando me junto a cenar con mis amigas las escucho decir que se quieren ir. Yo me limito a decir convencida que la salida no está en Ezeiza. A veces me gustaría no amar tanto la Argentina. Y puede ser que ni los chicos de mi edad ni mis hermanitos veamos lograr el país que tanto soñamos, pero si podemos generar aunque sea una sola iniciativa de cambio, hay que hacerlo. Ahí el campo tiene para aportar, no solo enfocándose en los productores agropecuarios sino también contando cómo el agro está en la vida diaria y haciendo un trabajo social. Hace poco empezamos una huerta y le mostramos a los chicos de dónde viene cada cosa que comen, es un ejemplo de algo mínimo que puede cambiar realidades en el interior. Pero tenemos que dejar de hablar de agro a agro. Esa labor nos toca a los jóvenes que ya empezamos a hacerlo porque, en lugar de ser el futuro, somos el presente que delinea el futuro.
– ¿Cómo es la dirigencia que soñás?
– Sueño con una dirigencia que sienta más cada una de las cosas que hace, que les meta pasión. Soy chica pero es esa la única manera que conozco de hacer las cosas. Además, es necesario conocer bien el territorio, empatizar con los demás y valorar la capacitación, que siento que escasea, como si hasta ahora no hubiese sido necesaria, pero es la única forma de avanzar.
Y aunque hasta hace dos años Yamila nunca se lo hubiese imaginado, hoy festeja el Día Internacional de la Mujer Rural, fecha que fijó la Organización de las Naciones Unidas en 2007 para visibilizar y reconocer el papel fundamental de las mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Como muchas otras en cada rincón del país, Yamila dio el paso al frente para un campo más inclusivo y equitativo y sabe que el techo está lejos.