La langosta es probablemente el insecto plaga con mayor potencial de daño hacia los cultivos, pasturas y pastizales, que son el alimento del ganado, como así también a la flora nativa como bosques y montes.
Tiene un poder destructivo enorme, pudiendo arrasar con el trabajo de un agricultor en minutos, ya que se alimenta de casi cualquier material vegetal. Es una plaga rural pero, en cuestión de muy poco tiempo, puede convertirse en plaga urbana, como sucedió en agosto de 2017, cuando invadió la Ciudad de Córdoba, en Argentina.
A nivel mundial existen alrededor de 25 especies consideradas langostas que se diferencian de los saltamontes -tucuras– no desde la taxonomía, sino por la particularidad que tienen las langostas de cambiar de una fase solitaria a una gregaria o viceversa, ante distintos estímulos, siendo la densidad el más relevante. Una langosta solitaria no conlleva ningún riesgo, pero al aumentar la densidad poblacional cambia hacia una fase gregaria y esto implica modificaciones en la morfología -tamaño y color- y el comportamiento, debido a lo cual los insectos se agregan activamente. Es decir: se atraen aumentando el número de individuos y también su voracidad.
Características que la convierten en una plaga temida
Se trata de una plaga migratoria y transfronteriza, con una gran capacidad de desplazamiento, alcanzando hasta 150 kilómetros por día, en donde nubes de millones de insectos, conocidas como mangas, se desplazan rápidamente sin respetar ningún tipo de límite territorial. Sumado a esto, es importante destacar la voracidad que tienen estos insectos con la capacidad de alimentarse de casi cualquier material vegetal, incluyendo los cultivos y pasturas, con un consumo equivalente a su propio peso por día (unos 2 gramos en insectos adultos), y debido a lo cual la FAO estima que una manga de un kilómetro cuadrado puede comer lo mismo que 35.000 personas. En el mismo sentido, en Argentina el Senasa estima un consumo similar al de 2.000 vacas por día, con tamaños de mangas promedio en los últimos años de 25 kilómetros cuadrados en nuestro país.
Además esta plaga, considerada por muchos como bíblica, tiene una alta capacidad reproductiva que hace que la curva de crecimiento poblacional sea casi exponencial. Esto se debe, en el caso de la plaga que afecta a Sudamérica, a que las langostas ponen en promedio entre 80 a 100 huevos por postura, y depositan huevos en el suelo de 2 a 3 veces por año en su vida.
El cuerno de África, las langostas y la seguridad alimentaria
La langosta del desierto (Schistocerca gregaria) es considerada la plaga más destructiva a nivel mundial. Actualmente, el este de África enfrenta una explosión poblacional de esta especie sin precedentes en los últimos 25 años en Somalia y Etiopía, y 70 años en Kenia, en donde también se están viendo afectados Uganda, Djibouti, Eritrea, Tanzania y Sudán del Sur.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en estos países hay 20 millones de personas que ya padecen de inseguridad alimentaria aguda, a los que se le suman otros 15 millones en Yemen, país que también está enfrentando un brote de langostas. Ante esta situación, la invasión de miles de millones de insectos representa un riesgo alarmante para la agricultura. Para dar claridad en el impacto, si nos remitimos al último brote en África Occidental de 2003 – 2005, el daño por pérdidas de cosecha se estimó en 2500 millones de dólares. Para la FAO resulta clave trabajar sobre la problemática de la langosta del desierto para poder mitigar los impactos en la vida de millones de personas en toda la región.
¿Qué acciones se llevan adelante para afrontar la crisis en África?
Para este tipo de plagas de crecimiento rápido resulta vital actuar de forma temprana a fin lograr que el crecimiento poblacional no sea tan alto, y con esto disminuir el impacto que generan como así también los costos requeridos para su control.
Según estimaciones de los expertos de FAO, si no se actúa y la plaga continúa en su desarrollo, el número de langostas se multiplicaría por 400 para el mes de junio. Para enfrentar esta situación se elaboró un presupuesto que alcanza, a la fecha, los 153 millones de dólares, siendo el presupuesto elaborado a principios de este año de 138 millones, es decir, luego de cuatro meses de trabajo intenso la necesidad de recursos aumentó en 15 millones de dólares. Hasta el momento, a través del aporte de distintos países en un Fondo Especial para Actividades de Emergencia y Rehabilitación (SFERA), la FAO cuenta con 110 millones de dólares para asistir a los países que están siendo afectados. El presupuesto contempla, dentro de la estrategia, tres componentes:
1) Coordinación, con el apoyo de expertos de FAO en aspectos técnicos y tareas operativas, incluyendo cuestiones de logística y adquisiciones, la facilitación de alianzas regionales, y el fortalecimiento de las organizaciones internacionales y nacionales para mejorar su capacidad de respuesta.
2) Frenar la propagación de la langosta del desierto, disminuyendo las poblaciones con acciones de vigilancia y control, tanto aéreo como terrestre.
3) Apoyo a los agricultores y personas afectadas por la invasión de la plaga.
Pese a las restricciones que existen para el movimiento de personal y aprovisionamiento de insumos debido a la pandemia del COVID-19, se han controlado más de 240.000 hectáreas con insecticidas químicos y biológicos, y se ha capacitado a más de 700 personas, poniendo de manifiesto la gran labor y experiencia de la FAO.
El combate está lejos de terminar, ya que las lluvias que ocurrieron en marzo podrían dar lugar a un aumento sustancial de langostas en los próximos meses.
Argentina y la Situación de la langosta sudamericana
En Argentina, continúa vigente la emergencia fitosanitaria respecto de la langosta sudamericana, cuyo nombre científico es Schistocerca cancellata, la cual pertenece al mismo género que la langosta del desierto de África. La situación emergencial no se restringe a nuestro país únicamente, ya que Bolivia y Paraguay tienen actualmente declaradas emergencias por la misma especie.
Desde 2015, la región está enfrentando grandes invasiones de esta plaga, que fue considerada la más importante en la primera mitad del siglo XX. Desde la reaparición de la langosta, luego de 60 años, el Senasa ha coordinado las acciones trabajando codo a codo con los gobiernos locales, países vecinos, el INTA, Conicet y los productores, cuyo rol fue y es clave para la lucha contra esta plaga.
El Senasa de Argentina, el Senasag de Bolivia y el Senave de Paraguay continúan realizando acciones de vigilancia y control, pero las mismas se encuentran limitadas debido a la situación del COVID-19. Es por esto que nuevamente se realza la importancia de contar con agricultores comprometidos con la problemática.
El rol activo de los “productores líderes” permitió que los agricultores se apropien de la problemática y trabajen en forma articulada con el Senasa en el manejo de la plaga. Este modelo de interacción e intervención pública y privada es hoy en día reconocida como una gran fortaleza por distintos especialistas en la temática.
Actualmente, en el país hay focos en Catamarca y La Rioja, pero lo más complejo está del otro lado de la frontera. Es por eso que continúa en funcionamiento el Plan Regional de Manejo de la langosta sudamericana entre Argentina, Bolivia y Paraguay.
Recientemente se han detectados mangas en Paraguay y es inminente la formación de enjambres, motivo por el cual la amenaza de nuevas invasiones de langostas en nuestro país es altamente probable, de modo similar a lo ocurrido en años anteriores, por lo que la situación es de alerta máxima.