La actividad agrícola enfrenta un problema que tiene atada a la economía en general.
Nuestro país, bajo una suerte de dictadura populista, por décadas se mantuvo por fuera de toda regla fiscal. Los datos son alarmantes. De 1960 a 2018 acarreó un déficit fiscal crónico promedio de 4,4% del PBI, en tanto que, para el mismo lapso, la tasa de crecimiento promedio fue de tan sólo 2,4% del PBI.
La forma de cubrir tal déficit siempre ha sido la misma: aumentar la cantidad de dinero por encima del ritmo de crecimiento de la economía. Y así la inflación se ha perpetuado.
¿Cuál es el rumbo que ha tomado gobierno? Se basa en el aumento de impuestos y el abaratamiento del dólar. Veamos cómo…
Desde hace unos meses, el gobierno está luchando para reducir el déficit fiscal desde el 7% que viene de la anterior presidencia. Para ello, se ha centrado en elevar la presión tributaria. Luego del fracaso del denominado gradualismo, para este año pretende bajarlo al 3,7% del PBI, entre nación y provincias, pero en lugar de bajar el gasto intenta aumentar los ingresos mediante más impuestos.
Borrando con el codo, lo escrito con la mano, en septiembre pasado, el gobierno aplicó de un nuevo cuadro de derechos de exportación, abarcando ahora a todos los granos.
En un esquema inédito, se establecieron impuestos de $4 por cada unidad de dólar exportado, para el caso de las materias primas. Y de $3 para el caso de los derivados con mayor valor agregado. Para el primer caso, el impuesto se aproxima al 12% que, en definitiva, lo paga el productor.
El complejo soja entró en un cuadro especial. Los derechos de exportación pasaron de 25% a un nivel de 18%. Pero, con una particularidad: sobre el monto exportado neto de derechos de exportación sufre una quita de $4 como los demás granos. De esta forma, el impuesto ronda en 30%.
Estos elevados tributos fueron justificados por la abrupta devaluación de agosto pasado. Pero, el dólar alto duró poco.
Aunque se tome a estos tributos como legítimos, la justificación del momento ha desaparecido. ¿Por qué? La respuesta es más simple de lo que parece. En agosto/septiembre, el valor del dólar era de $37. Aplicando el índice de precios mayoristas nivel general, este monto equivale aproximadamente a $48 de hoy.
Además, por la emisión de dinero – al no detenerse- la tasa de inflación no ha cedido. A la fecha, todas las estimaciones oficiales han resultado un fiasco.
Frente al desbordado índice inflacionario, ahora las autoridades siguen un camino de paridad cambiaria que atenta contra la balanza comercial. Se vuelve, como en otras oportunidades, al ancla cambiaria. Mientras los precios suben por el ascensor, el dólar lo hace por la escalera.
En la actualidad, el dólar gira en torno a tan sólo $38. Cuando se implementó el nuevo cuadro de impuestos a la exportación (que en rigor son a la producción), el dólar era equivalente a $ 48 y ahora es de tan sólo $38.
Ello significa que el dólar actual tiene una capacidad adquisitiva 20% menor a la fecha de la aplicación del nuevo cuadro tributario.
Sin embargo, el nivel de tributación sigue siendo el mismo. Esto explica en gran parte porqué los precios de los granos están bajos. En tal sentido, prima facie, el pronóstico para los precios internos, en los próximos meses, no es promisorio. Porque los precios internacionales están atados a la paridad cambiaria.
El camino elegido es peligroso, pues a la larga resultará un boomerang. Urge tomar medidas para disminuir el gasto público. Lamentablemente, la proximidad de las elecciones no contribuirá para ello.
Las opiniones expresadas son personales corresponden a Manuel Alvarado Ledesma Profesor de la Maestría de Agronegocios de la UCEMA, y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.