El consumo de alimentos orgánicos está en pleno crecimiento, y eso puede verse principalmente en el mercado externo, pero también en el interno, dado que cada vez más consumidores eligen productos con certificación.
En ese contexto, La Cachuera, la empresa más antigua de Misiones y Corrientes en producción de yerba mate, conocida por la marca Amanda, inició un proceso de tres años para producir yerba orgánica y transita actualmente el segundo año en un total de 80 hectáreas.
Quien está al frente de esa labor es Alan Klan, ingeniero agrónomo que se desempeña como encargado de llevar adelante las Buenas Prácticas Agrícolas a partir de la aplicación de tecnología, con el fin de mejorar la sustentabilidad económica y social, según la definición de FAO.
Klan conversó con Infocampo en el marco de las 19° Jornadas PROD, que reunió a distintos integrantes de la cadena de valor agroalimentaria para compartir los avances del sector y analizar los desafíos de cara a un mercado que exige calidad.
Los primeros pasos
“El proceso comienza con la certificación del plantín, de la semilla, para hacer el vivero. Luego, se empieza a propagar ese material a campo. Esto es porque el cultivo de yerba mate es perenne: una planta dura entre 45 y 50 años, pero la producción en un momento tiene una caída. Si bien seguirá funcionando, dará más madera y menos hojas, o la brotación será menor. Si le erramos en el tipo de material genético que usamos – por ejemplo, uno que genere mucha madera- vamos a estar errando por 50 años. El daño es muy grande”, explicó Klan.
Otro de los errores en los que se puede incurrir está relacionado con los suelos. Según el experto, si hacemos bien el principio pero nos equivocamos en esta etapa, también tendremos problemas.
“Se necesita una labranza profunda de por lo menos 1 ó 1,5 metros, que rompa la compactación del suelo, porque muchas veces está muy castigado por la plantación del mismo cultivo a lo largo de los años. Si no se tienen implementos, con un subsolado de 0,70 ya es suficiente, dado que es un número que se puede fijar bien y da para que las raíces adventicias de la planta tengan un buen horizonte de investigación“, detalló.
La cosecha
La segunda parte del trabajo es la cosecha. Aquí, para Klan lo fundamental es “incentivar al personal a que se ponga la camiseta”.
Las tres maneras de cortar una planta que describió el experto son:
- Convencional: con tijera, aunque antes se realizaba con machetes;
- Con tijera electrónica: se define como un mejoramiento del método convencional para que el personal no se canse y corte más por día, e incluye el trabajo de quebrado;
- Con cosechadoras: el personal entra y se hace una poda llamada viruteo, mediante la cual se sacan las ramas dominadas. Después, ya con las ramas dominantes, se utilizan cuatro sierras circulares para hacer el corte. El material que se obtiene es totalmente inocuo, no tiene contacto humano.
Klan hizo hincapié especialmente en la técnica de las cosechadoras y remarcó que generan más palo, porque no hay una selección, y aclaró que el despalado se hace tras el secado. “Cuando aparece la mano del personal, el despalado se hace en campo“, indicó.
“La cosecha mecánica hace más rápido el trabajo que cualquier otra. En un buen día, genera 3.500 kilos de hoja verde por hora. Si cosecha siete horas por día, el rendimiento es bastante alto. Esta es una gran diferencia con la cantidad de personas que se necesitan para cosechar esa misma cantidad, que serán alrededor de 50 empleados. La gente no se quedará sin trabajo, se irá adaptando”, sostuvo.
La diferencia a la hora de seleccionar el tipo de cosecha tendrá que ver con los tipos de lotes.
“Si tenemos plantas muy altas, donde la cosechadora ya no puede cortar o no vale la pena hacerlo, se genera una cosecha manual. Con tijera electrónica se hace en casos de ramas gruesas, a las que cuesta más sacarlas con una tijera convencional, porque generan mucha rotura“, subrayó Klan.