“Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”, comentan que solía decir el físico y matemático británico, William Thomson “Lord Kelvin”, creador de la “Escala Térmica de Kelvin” (°K).
En sintonía con el científico, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires elaboró un informe que mide ciertos atributos de la adopción de tecnología en la producción de granos en la cosecha gruesa 2017/18.
Desde la Bolsa señalaron que la adopción de tecnología se vio condicionada por los excesos hídricos del invierno seguidos de la marcada sequía del verano. En ese contexto, los principales números arrojan que el área de siembra directa aumentó al 93%, el consumo de fertilizantes lo hizo el 4% y el uso de refugios aún sigue bajo, pero saltó del 23 al 33%.
En términos generales, la mayoría de los productores, el 54%, adoptaron niveles medios de tecnología; el 10% se mantuvo en niveles bajos y alrededor del 36% trabajó con niveles altos de tecnología. En los extremos se ubicaron el maíz y sorgo, con los niveles más altos y más bajos, respectivamente. Las oleaginosas, es decir, girasol y soja, concentraron su producción en niveles medios.
El estudio de la Bolsa señaló que durante la campaña 17/18 se registró un incremento del 2% en la superficie cultivada en siembra directa, al pasar del 91% al 93% a nivel nacional. El crecimiento estaría relacionado principalmente con la reincorporación de áreas que en campañas anteriores fueron laboreadas debido a excesos hídricos.
En el cultivo de maíz se registró un incremento en el uso de variedades con eventos apilados para la tolerancia a herbicidas y resistencia a insectos al alcanzar un 95% del volumen de semillas comercializadas. Sin embargo, las prácticas de “refugios” tendientes al cuidado de la tecnología aún siguen bajas y sólo un 33% de los productores utilizó esta herramienta de manejo.
En cuanto a la fertilización de los cultivos, se presentó un incremento del 4% traccionado principalmente por la mayor superficie destinada a la siembra de maíz, con un incremento del 40% en las últimas dos campañas. La urea y los fosfato mono y diamónico (PMA y PDA) constituyeron las fuentes más utilizadas.
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