Las pasturas cultivadas sirven como fuente de forraje para herbívoros domésticos y silvestres y en asociación con los ciclos agrícolas, contribuyen a estabilizar los suelos y recuperar su fertilidad.
Estas pasturas son compuestas por especies mejoradas, seleccionadas por su calidad, productividad, adaptación al ambiente o estacionalidad.
Se considera que las mezclas de especies forrajeras presentan ventajas sobre los cultivos puros, debido a razones tanto ecologistas como agronómicas. Estas son:
• Capacidad de explorar nichos diversos
• Utilizan mas eficientemente los recursos
• Mejoran la calidad de la oferta forrajera
• Disminuye la necesidad de fertilizar (gracias a la presencia de leguminosas en la mezcla)
• Aumenta la perdurabilidad de las pasturas
• Obtener forraje todo el año
Por estas razones y más, la gran mayoría de los productores ganaderos acuden a las mezclas forrajeras aunque se hace difícil convencer al productor de invertir en praderas de altos requerimientos.
Sin embargo, hay que tener en cuenta las asociaciones de especies y para esto, hay ciertos “criterios” que seguir. Se deben considerar algunas restricciones:
1. Adaptación edáfica
2. Zona geográfica
3. Destino del recurso
4. Duración de la pradera y momento de aprovechamiento
5. Sistema de producción
Una de las características en común en la región pampeana son los bajos valores de fertilidad, en especial de fósforo disponible. Otro factor asociado en lotes agrícolas son los niveles de acidez de los suelos, la mayoría cercanos a 6 ppm; perdiendo calidad y perennidad con valores más bajos, especialmente la alfalfa.
MEZCLAS A TENER EN CUENTA
• En suelos agrícolas clase I y II con buenos niveles de fósforo (18 a 22 ppm)
• En suelos agrícolas clase I y II con bajos niveles de fósforo (10 a 12 ppm)
• En suelos con drenaje tendidos de alcalinidad leve, agrícolas de bajo P
• En bajos alcalinos