El pastoreo realizado por el ganado afecta la abundancia de determinadas especies clave (gramíneas y leguminosas), valiosas para mantener estados y flujos esenciales en el ecosistema pastoril.
Así lo señala el material bibliográfico de la cátedra de Producción y Utilización de Forrajes de la Facultad de Agronomía (FAUBA-UBA) en el que se basó Infocampo para elaborar un informe acerca de la importancia de la práctica.
Se debe tener en cuenta que los herbívoros afectan procesos esenciales como: la sucesión, el flujo de carbono, la circulación de nutrientes y la infiltración de agua. Estos efectos pueden ser negativos o positivos, dependiendo del momento, intensidad y frecuencia con que ocurren.
Manejos atinados de los pastizales procuran orientar tales procesos y estimular su dinámica, provocando disturbios pastoriles en ciertos momentos, con una periodicidad e intensidad determinadas.
Lo que se procura principalmente, es orientar disturbios que permitan aumentar los grupos funcionales y especies clave deseables, para dinamizar el funcionamiento de los ecosistemas pastoriles. Cada acción (o inacción) de manejo implica que algunas especies se beneficien y otras no.
La utilización eficiente de los recursos forrajeros es un objetivo complejo y para lograrlo, se requiere el conocimiento de una gran cantidad de variables e interacciones.
Pastoreo continuo
Es de alta difusión en el mundo. Hay muchos estudios científicos que avalan la aplicación de este método de pasturas muy homogéneas y constituidas por especies adaptadas a tal manejo y en ambientes con moderadas variaciones estacionales y sin grandes limitantes ambientales.
Pero en nuestro país, la mayoría de los campos de pastoreo son heterogéneos y los herbívoros pastorean en forma selectiva (eligen aquellas especies de mayor calidad y palatabilidad).
De esta forma, se observa en los campos áreas con canopeos que presentan una estructura variable, con muy poca biomasa donde se agrupas las especies más palateables y otras áreas donde se encuentran las especies rechazadas.
Un proceso tan selectivo como es el pastoreo modifica, irremediablemente, la condición del recurso forrajero al reorientar la competencia entre las especies. Las especies palatables se debilitan, disminuyen su proporción en la comunidad y liberan recursos que son aprovechados por otras especies menos preferidas que por este motivo, incrementan su vigor y abundancia.
Como consecuencia, se reduce la capacidad forrajera del recurso y por ende, su potencial reproductivo.
Por ello, desde hace mucho tiempo, el hombre ha implementado distintos sistemas de pastoreo intermitente en los que se alternan periodos de defoliación y de descanso.
Pastoreo controlado
Es el más utilizado en la ganadería. Después de una intensa defoliación, es necesario permitir la recuperación de las plantas para que se restablezca el flujo de energía, se dinámica la circulación de nutrientes, se establezcan nuevos individuos, etc.
Este descanso permite a las plantas rebrotar, recuperar su tejido foliar y traslocar reservas antes de ser sometidas a una nueva defoliación. Se establece así un compromiso entre el recurso forrajero y los animales tendiente a optimizar la viabilidad de ambos, consistente en brindar un descanso para lo cual se debe prevenir el pastoreo durante un periodo determinado.
Si se dan periodos de descanso suficientemente largos para permitir la recuperación de la pastura, las perturbaciones servirían como una fuerza catalizadora en el sistema y tendrían efectos estimulantes y revitalizadores.
Complementando secuencias de descansos y disturbios, es posible diseñar métodos de pastoreo adaptados a las necesidades de cada ecosistema pastoril.
La alternancia de disturbios y descansos seria entonces, el esquema funcional. Los descansos garantizan aumentos en el vigor de las plantas forrajeras, permiten el establecimiento de especies y mejoran la cobertura de las pasturas.