El ministro de Agroindustria de la Nación, Luis Miguel Etchevehere, y la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA) protagonizaron un fuerte cruce la semana pasada con motivo de la masiva muerte de abejas que se registró en Córdoba.
El intercambio de opiniones se dio en el marco de la reunión del Consejo Nacional Apícola, que se realizó el pasado 27 de marzo en la sede porteña del Ministerio, y donde un miembro de SADA le manifestó a Etchevehere la “crítica situación” del sector, que pierde anualmente apicultores y colmenas a causa del “progresivo deterioro ambiental por la pérdida de biodiversidad, como resultado de la política agrícola intensiva vinculada al uso de agroquímicos“.
“¿Cómo piensan convivir con eso? Porque el modelo no va a cambiar”, disparó el ministro en pleno debate.
Días después, la asociación decidió emitir un comunicado con una dura respuesta, en la que afirmó que “las abejas están desapareciendo” porque “el campo se volvió marrón y se sumergió en venenos, que hoy la hipocresía de muchos llama productos fitosanitarios“.
Además, consideró que la respuesta de Etchevehere “lleva ínsito el desprecio y desconocimiento” de la actividad.
A continuación, reproducimos la 1° Declaración del Consejo Federal de la Sociedad Argentina de Apicultores
“Las abejas están desapareciendo. Porque están desapareciendo sus montes, sus bosques, sus flores.
Los apicultores están desapareciendo, y pocos jóvenes se acercan ya a la apicultura, porque han desaparecido las chacras, las flores, y el campo se volvió marrón y se sumergió en venenos, que hoy la hipocresía de muchos, llama productos fitosanitarios.
Las variedades de semillas que hacen a la identidad de la tierra, y a la fortaleza de sus ecosistemas, desaparecen en manos de la ingeniería genética y de los químicos, que eliminan aquellas que el mercado no puede visualizar como ganancia. Eso se llama pérdida de diversidad biológica. Las abejas no tienen comida saludable, la que hay es poca, sin variedad y en la mayoría de los casos contaminada con “fitosanitarios”.
Con las abejas desaparecen además el resto de los polinizadores silvestres, y con ello buena parte de las frutas y verduras que comemos, así como las que alimentan a nuestros animales.
Con su desaparición se deshilacha la urdimbre social y productiva de nuestras comunidades, así como el circuito económico en el cual la apicultura tributa, al igual que el resto de las actividades tradicionales del campo.
Por eso creemos que como Sociedad debemos exigir a las autoridades de gobierno que las abejas, y por extensión la apicultura –que es el arte de su cuidado-, se constituyan en una actividad esencial y estratégica del Estado Nacional, como principales garantes de la diversidad biológica y de los alimentos que llegan a nuestros hogares.
El actual modelo agroindustrial que usa a la Argentina como banco de pruebas es ilegal, pues se sostiene en la modificación genética de semillas, y de la utilización de millones de litros de químicos insecticidas, herbicidas y fungicidas, que destruyen las flores, los ecosistemas, y el resto de las variedades de frutas y verduras, la flora y la fauna silvestres. Este modelo es ilegal porque elimina la diversidad biológica en forma expresa, sostén último de la vida en el planeta, con la única finalidad cierta de aumentar la riqueza de un puñado de empresas trasnacionales. Garantizar la biodiversidad es un deber del Estado inscripta en la Constitución Nacional, como obligación para con sus ciudadanos y con el resto de los Estados del mundo.
El actual modelo agroindustrial es antiético, porque destruye los entramados sociales, productivos y económicos de nuestras comunidades, condenando a la miseria a sus ciudadanos.
El actual modelo agroindustrial es ecocida, porque daña irremediablemente la tierra, el agua y el aire, envenena nuestros alimentos, mata nuestras abejas y deteriora la salud de nuestros habitantes.
Por esto reafirmamos nuestra convicción, según la cual resulta preciso modificar este modelo y buscar sistemas agropecuarios sustentables, eficientes, con respeto a la biodiversidad y a la salud de las personas, para poder lograr un equilibrio que permita el desarrollo vital de la apicultura y del resto de las producciones agrícolas, en armonía entre ellas y el ambiente.
Tenemos además, la convicción profunda de que la producción de un país con tan vasta tradición apícola, y una riqueza en variedad de mieles tan inmensa, no puede solo reducirse a obtener tambores de mieles indiferenciadas para su exportación. No sólo debemos poder producir más, -y lograr las condiciones para ello-, sino que además debemos poder dar a esa producción el tratamiento necesario para ofrecer un producto de alto valor agregado. Ello no puede reducirse a fraccionar la miel, sino que requiere además, de la investigación y el desarrollo de nuevos productos que diferencien la miel, los pólenes, los propóleos y los diversos productos obtenidos a través de la apicultura. Eso es más trabajo, y un modelo de desarrollo sustentable para nuestra comunidad productiva. De nada sirven más tambores en el puerto destinados a estirar mieles de baja calidad en el mercado mundial.
Para investigar, desarrollar productos, para crecer en la producción de colmenas, se requiere financiación adecuada para un modelo de producción particular como lo es la apicultura. Sin financiación es imposible hacer crecer un sector productivo, y con financiamiento para pymes no se llega a los apicultores, pues su estructura organizacional es culturalmente distinta. Es preciso que se desarrollen herramientas de financiamiento adecuadas para el sector, implicando a sus instituciones, pues es poco probable que en las actuales circunstancias el sector se pueda adecuar a las exigencias del sistema financiero.
Este Consejo Federal asume que más allá de la búsqueda de medidas paliativas a corto plazo, -urgentes y necesarias-, resulta preciso construir una política pública a mediano y largo plazo, que nos permita planificar la apicultura que nuestra comunidad necesita para las próximas décadas. Ello requiere de una nueva institucionalidad, de programas y de presupuestos efectivamente ejecutados para su realización, de funcionarios que prioricen las políticas de Estado a largo plazo y no la mirada coyuntural del gobierno que fuere.
Los apicultores debemos lograr elegir y construir la apicultura que queremos y la que nuestra comunidad necesita para desarrollar sus propias producciones agrícolas. Debemos poder crear formas de desarrollo, investigación y producción apícola en armonía con el ambiente y que permitan el desarrollo de nuestras familias y finalmente sean garantes de biodiversidad.
Eso es Soberanía Apícola.”
Y eso, Sr. Ministro, es lo que pensamos hacer y consideramos necesario hacerlo con todos y cada uno de los gobiernos, nacional, provinciales y locales”.
Mesa Directiva – Sociedad Argentina de Apicultores (SADA)