Foto: INTA
Un artículo publicado por el Servicio de Prensa y Divulgación Científica y Tecnológica sobre Agronomía y Ambiente (Sobre La Tierra – SLT-FAUBA), asegura que “el estrés calórico es uno de los problemas más preocupantes que enfrenta hoy la producción pecuaria en el mundo. En primer lugar, porque gran parte de la ganadería se desarrolla en áreas tropicales y subtropicales, donde es una actividad económica clave; en segundo lugar, porque las condiciones climáticas previstas para esas regiones a mediano plazo son muy adversas. Para los Estados Unidos representa una pérdida de 4000 millones de dólares al año; para la Argentina, 500 millones de pesos, y para otros países es una amenaza directa a la seguridad alimentaria”.
Lance Baumgard, profesor de la Iowa State University (EE.UU.), visitó la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) para dictar un curso de posgrado en la Maestría en Producción Animal de la Escuela para Graduados ‘Alberto Soriano’ (EPG). Entrevistado por el sitio de divulgación científica Sobre La Tierra, profundizó en las consecuencias del estrés ambiental en la producción ganadera y explicó cómo en un país como el nuestro, con producción pecuaria extensiva y mucha insolación para los animales, estrategias dietarias ricas en minerales como potasio y zinc permitirían mitigar los efectos nocivos del exceso de calor.
“El estrés por calor es un problema económico grave para los productores y para los países. Tanto las vacas lecheras como las de carne, los cerdos, las cabras, las ovejas, las gallinas y los pollos sufren el exceso de calor. Este es un estrés que disminuye marcadamente las tasas de crecimiento, por lo cual todos los parámetros de importancia económica para el productor decrecen. Además, los animales sufren malestares y hasta, incluso, pueden morir. En este sentido, es clave reducir el estrés calórico durante el verano, ya sea a través de instalaciones, de aumentar el área sombreada o de la dieta”, manifestó Baumgard.
“El manejo de la dieta para disminuir los efectos del estrés calórico es particularmente importante en países como la Argentina, donde la ganadería se lleva a cabo, en gran medida, de forma extensiva. En estos sistemas de producción, los animales están expuestos a la radiación solar durante mucho tiempo, dada la baja proporción de superficie con sombra por montes forestales o instalaciones específicas”, sostuvo.
El investigador explicó a SLT-FAUBA que los animales cambian su comportamiento para tolerar el estrés térmico y que, al mismo tiempo, experimentan cambios en su metabolismo. Cuando la temperatura ambiental es elevada, el ganado comienza a transpirar, que es su mecanismo natural para mantenerse fresco. Pero la transpiración excesiva produce pérdidas sensibles de potasio, un elemento que le permite regular las pérdidas de agua. Si el ‘recalentamiento’ prosigue, los animales se deshidratan y sufren diversos problemas orgánicos. Por eso, las dietas ricas en potasio permiten que los animales transpiren normalmente y se mantengan frescos en períodos de altas temperaturas”.
Por otra parte, el científico se refirió a otro elemento clave para contrarrestar las consecuencias de las altas temperaturas: el zinc. “Este nutriente es esencial para el funcionamiento normal de los intestinos de los animales. El estrés por calor durante el verano hace que el tracto intestinal sea más permeable a sustancias tóxicas y que se produzcan inflamaciones y otros trastornos asociados. Por eso, insisto en que para un sistema de producción como el argentino, el manejo más adecuado pasa por la alimentación. Una dieta con alto contenido de zinc es la mejor estrategia para luchar contra estrés térmico”.
Las altas temperaturas y sus costos
Baumgard, quien dictó el curso ‘Respuesta Animal al Estrés Ambiental’ en la EPG, comentó que sólo en los Estados Unidos, el costo económico del estrés calórico alcanza los 4000 millones de dólares anuales. “Sin embargo, si incluimos a México y a Canadá, esta cifra puede llegar a 10000 millones de dólares. Es más, esta es una estimación conservativa, ya que tiene en cuenta sólo los impactos directos del estrés de calor, pero no las consecuencias indirectas como una mayor incidencia de enfermedades. Y en el marco del cambio climático, estas cifras van a aumentar”.
Por su parte, Gustavo Jaurena, co-director de la Maestría en Producción Animal, comentó que en la Argentina —según cálculos del INTA— las pérdidas económicas en rodeos lecheros por pérdida de producción ascienden a 500 millones de pesos al año. En este sentido, el docente estimó que si se consideraran los impactos sobre la reproducción y la sanidad, la cifra se duplicaría, y añadió: “Manejar el estrés de calor a través de instalaciones como sombras y reparos para que los animales estén frescos es una vía para minimizar este fenómeno. De la misma manera, si los animales están estabulados es más fácil controlar el ambiente. Pero para implementar estos manejos entran en juego decisiones económicas. En sistemas pastoriles con grandes extensiones, la nutrición debería jugar un papel fundamental para ayudar a mitigar los efectos de las altas temperaturas”.