La oleaginosa cerró en terreno negativo, con pérdidas mayores a 5 U$S/tn. Con la cosecha en EE.UU. transitando la recta final y a punto a marcar un nuevo récord de 120 mill. tn., los mercados focalizaron en la evolución de la campaña sudamericana. Por una parte, se ponderaron las lluvias caídas en Brasil a lo largo de la última semana, en zonas del Centro Oeste. A la vez, los pronósticos para los próximos siete días indicaron precipitaciones ligeramente superiores a los volúmenes típicos del año. Así, se estimó que las tareas de siembra continuarían avanzando en un escenario más beneficioso. Por otra parte, en Argentina, las labores registran buen ritmo en el centro de la región agrícola, si bien exhiben algunos inconvenientes en el sur de Buenos Aires y en La Pampa, debido a excesos hídricos.
El avance de la trilla de maíz en EE.UU., en un contexto de holgados pronósticos de producción, se dejó sentir sobre las cotizaciones. Los contratos más próximos permanecieron condicionados y ajustaron en torno a 134 U$S/tn. En lo que hace a la cosecha, los analistas estimaron que el avance se ubicaría entre 80-85%, al domingo. En este sentido, se mantuvieron expectantes a la publicación del reporte semanal de cultivos de esta tarde, donde se contará con datos oficiales de avance de cosecha. Respecto a la producción, recordamos que la semana pasada, el USDA sorprendió al proyectar rindes históricos de 110 qq/ha y elevar la producción a 370 mill. tn.
En un sentido similar, el trigo inició la semana en rojo, con los valores más próximos cayendo a 155 U$S/tn. Tras la recuperación de las últimas jornadas, los agentes optaron por hacerse con las ganancias, dado el contexto actual de fragilidad ante holgados volúmenes de existencias mundiales.
A la vez, la evolución mostrada por los cuadros sembrados en EE.UU. generó expectativa y llevó al mercado a anticipar mejorías en la condición de los cultivos. De esta forma, se estimó que el USDA podría elevar a 56%, el total de lotes en condiciones buenas a excelentes.
En tanto, el dólar volvió a ganar fuerza frente a las demás monedas y limitó el atractivo por la mercadería americana en los mercados internacionales. El índice DXY permaneció en torno a máximos de cuatro meses.