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Producen avispas capaces de controlar a la mosca doméstica

El INTA desarrolló una forma de control biológico para resolver una problemática recurrente en establecimientos de producción animal y lugares de acumulación de basura.

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El INTA desarrolló un servicio especializado que resuelve una problemática recurrente en establecimientos de producción animal y lugares de acumulación de basura: se trata de la producción de avispas benéficas que son capaces de controlar a  la mosca doméstica

La multiplicación de moscas domésticas en establecimientos ganaderos y en lugares de acumulación de basura constituye una problemática habitual, para la cual investigadores del Instituto de Microbiología y Zoología Agrícola (IMyZA) del INTA arribaron a una posible solución. Fruto de estudios sobre control biológico de plagas y la apertura de la primera biofábrica de la Argentina en 1992, comenzaron a multiplicar avispas parásitas de acción benéfica que destruyen uno de los estadios biológicos de la plaga. Se trata de una alternativa de control biológico, cuya aplicación debe estar asociada a una gestión integral de residuos y efluentes, tanto en zonas urbanas como periurbanas.

“El método de control biológico es una forma natural de minimizar el uso de agroquímicos en las granjas, en pos de evitar la contaminación de alimentos, animales y personas”, aseguró Diana Crespo, jefa del Grupo de la Biofábrica de mosca doméstica y del Laboratorio de Transformación de Residuos del IMyZA.

De este modo, la especialista remarcó la importancia de realizar “una muy buena gestión de efluentes y residuos sólidos dentro de los establecimientos para reducir los sitios de ovipostura y el desarrollo de las moscas y complementar la acción de esta alternativa biológica”.

En 1992, especialistas del INTA crearon la primera biofábrica del país que multiplica avispas parásitas de acción benéfica para el control de la mosca doméstica.

Una mosca doméstica adulta pone 50 huevos por día en desechos orgánicos húmedos durante 30 días. De esos huevos, eclosionan larvas que se alimentan de la materia orgánica entre cuatro y cinco días. Luego la larva busca lugares secos y permanece en estado de pupa durante otros tres días. De la pupa nacen los adultos que llegan a vivir hasta 30 días.

“Si estas avispitas existen en el ambiente, vuelan, buscan las pupas de las moscas, se posan sobre estas y las pinchan para colocarles un huevo en su interior. De ese huevo, nace una larva del parasitoide que se ‘come’ todo el contenido de la pupa, la destruye y, luego de unos días, emerge un parasitoide benéfico”, describió Crespo.

Para Crespo, esta herramienta contribuye a resolver una de las principales problemáticas de las producciones ganaderas intensivas –avícolas, porcinas, tambos, etc.– y de algunos sistemas agropecuarios afines como mataderos y frigoríficos, dada por la posible contaminación biológica de los recursos naturales con efluentes y residuos, la generación de olores y la proliferación de plagas sinantrópicas como moscas y roedores.

Además, Crespo señaló el impacto social que conlleva el control de la mosca doméstica en las zonas periurbanas, sobre todo debido a que este insecto puede volar hasta tres kilómetros desde el sitio donde se generó y vehicular enfermedades y parásitos zoonóticos que afectan la salud humana y veterinaria.

“En el INTA Castelar, producimos –a escala industrial– avispas que se crían, justamente, sobre la pupa de la mosca doméstica y luego se liberan en las granjas durante primavera-verano”, detalló Crespo. Los productores pueden acceder a este servicio a través de accesibles convenios con el IMyZA.

Este tipo de control biológico fue implementado en varios municipios de Santa Fe y Buenos Aires de manera exitosa. “El tratamiento resulta efectivo si se aplica en plantas donde los desechos se separan en origen y los parasitoides se liberan en el lugar donde realiza el compostaje de los desechos orgánicos sólidos de la planta”, detalló Crespo.

En esta línea, la especialista recomendó llevar a cabo prácticas de control cultural como técnicas de secado del guano, peletizado y el uso de tecnologías de transformación microbiana –como el compostaje de los residuos orgánicos o la digestión anaeróbica de los desechos y su uso como energía, por ejemplo–. “Además, pueden sumarse los tratamientos físico-químicos de los efluentes, entre otras tecnologías, con la finalidad de reducir los sitios de ovipostura y el desarrollo de las moscas”, agregó Crespo.

 

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