La intensificación de la producción porcina viene generando un gran volumen de efluentes que deben ser gestionados para evitar impactos negativos en el ambiente. Por eso, especialistas del INTA evalúan el potencial de aplicar estos residuos como fuente de nutrientes en agricultura. Además, analizan diferentes alternativas para la transformación de los efluentes en fertilizantes.
“Cuando el efluente es utilizado con fines agronómicos, puede provocar diferentes impactos sobre el suelo y los cultivos, de acuerdo con el sistema de manejo adoptado para su tratamiento y su aplicación”, explicó Vanesa Pegoraro, especialista del INTA Marcos Juárez –Córdoba–. De todos modos, destacó que, empleados de manera adecuada, estos residuos resultan “una valiosa fuente de nitrógeno, que puede sustituir total o parcialmente la fertilización mineral”.
Los ensayos realizados mostraron que la fertilización con efluente porcino logró incrementar hasta un 50 % el rendimiento de trigo y, a su vez, produjo más grano por kilo de nitrógeno absorbido. “Conocer las eficiencias en el uso del nitrógeno permite ajustar los planes de fertilización orgánica y establecer prácticas de manejo que garanticen el óptimo uso de los nutrientes y la sostenibilidad de los sistemas productivos”, dijo Pegoraro.
De acuerdo con la especialista, la aplicación de efluente porcino en maíz generó aumentos de hasta un 18 % en los rindes y mejoras significativas en indicadores de fertilidad química, principalmente disponibilidad de nitrógeno y fósforo. Además, “se observó una tendencia al incremento en la conductividad eléctrica, cuyo monitoreo se vuelve importante en aplicaciones a largo plazo”, aseguró Pegoraro.
Alternativas para el tratamiento
Entre las opciones de menor costo para criaderos de pequeña y mediana escala, se destaca la creación de lagunas impermeabilizadas. “Se trata de un sistema donde los efluentes son biológicamente tratados mediante la acción conjunta de algas y bacterias”, señaló Darío Panichelli, especialista del INTA Marcos Juárez.
En tanto, Pegoraro explicó que “este proceso busca estabilizar la materia orgánica y reducir patógenos, como así también adecuar la calidad y cantidad de efluente a la demanda de materia orgánica y/o elementos de fertilidad del suelo”.
Además, Panichelli recomendó conocer el nivel de la napa freática y calcular la superficie total de la laguna en relación con el tamaño del criadero y los vientos predominantes, a fin de prevenir que el olor producido por el metano generado llegue a centros urbanos.
Para el especialista, previo a los sistemas de lagunas, también es conveniente disponer de una fosa que sirva para acumular los efluentes y permita homogeneizar el caudal y la concentración de las descargas de la granja. “Esta etapa tiene ciertos beneficios, debido a que puede retener hasta un 50 % de los sólidos totales y, por ende, evitar que se depositen en la laguna anaeróbica”, valoró Panichelli.
No obstante, Pegoraro indicó la importancia de analizar los efluentes que se tratan y se aplican con el objetivo de hacer un uso eficiente. “Es importante conocer la cantidad –volumen– y composición nutricional –macronutrientes– del efluente para no provocar excesos de nitrógeno en el sistema”, remarcó. De igual manera, ponderó la necesidad de implementar buenas prácticas de manejo como dosis, formas y momentos de aplicación.