Acompañadas por el INTA, 20 familias del Valle de Uco –Mendoza– comercializan vinos caseros por más de $640 mil al año. Tienen un sello diferencial y, gracias a la gestión asociada del grupo Cambio Rural, pasaron de vender uvas a $13 por kilo para ofrecer un producto elaborado por un valor de hasta $100 por botella y son un ejemplo del retorno de la inversión del Estado en el área de extensión.
Distribuidos en siete localidades de los departamentos mendocinos de Tunuyán y San Carlos, una veintena de viñateros de pequeña escala decidió agregar valor a su producción primaria y multiplicar su rentabilidad. Nucleados en la cooperativa Uqueños y con el asesoramiento técnico del INTA, estos bodegueros del Valle de Uco pasaron de vender materia prima –a razón de $13 por kilo de uva– a comercializar vinos caseros y artesanales con valores de hasta $100 por botella y son un ejemplo del retorno de la inversión del Estado en el área de extensión.
“La Cooperativa Uqueños constituye un ejemplo emblemático”, dijo Daniel Pizzolato, director del INTA La Consulta –Mendoza–, quien explicó que “el esquema de otorgar valor agregado con viñedos pequeños permite aumentar ingresos, generar distribución de tareas en el año, optimizar la mano de obra familiar, contar con infraestructura fija y maquinaria compartida para equipos de elaboración y fraccionamiento”, indicó el Inta Informa.
En esa línea, destacó que, gracias al trabajo asociativo, “cada kilo de uva elaborado pasó a rendir ingresos un ciento por ciento superiores a la venta de uvas a bodegas de primer nivel”. De hecho, durante 2016, la cooperativa elaboró 80 mil kilos de distintas variedades de esa fruta, a un promedio de $8 por kilo. “Esto implica ingresos por $640 mil más”, indicó.
Entre las 20 familias se cuentan 12 productores que, a su vez, conforman un grupo de Cambio Rural II, el programa que hace 24 años llevan adelante el INTA y el Ministerio de Agroindustria de la Nación. En ese marco, los bodegueros cuentan con la posibilidad de acceder a mejores planes de créditos, además de recibir asistencia técnica y organizacional.
De acuerdo con Pizzolato, “esta experiencia resulta muy valiosa para el INTA y sus programas de extensión, dado que es posible establecer cuánto alcanzó la inversión del Estado en el área de extensión, que tuvo buen rendimiento y retorno”.
Al analizar los números, el director precisó que en este grupo se invirtieron $4.500 mensuales desde el marco de Cambio Rural –un total anualizado de $54.000–, más otros gastos estimados por $40.000. “La cifra total no supera los $100.000 de inversión, es decir, $100.000 de aportes del Estado lograron aumentar los ingresos por $600.000 a los pequeños bodegueros”, afirmó.
Gracias al trabajo asociativo, “cada kilo de uva elaborado pasó a rendir ingresos un ciento por ciento superiores a la venta de uvas a bodegas de primer nivel”, señaló Pizzolato.
De la uva al vino, un trabajo compartido
Con una cuidada gráfica y etiquetas con sellos diferenciales es posible reconocer a cada uno de los bodegueros: Jorge Berg, Luis Martinotti, Fernando Cairo, Germán Manzano, Natalia Cataldo, Federico Zaina, Daniel Avena, Elías Derrache, Oscar Albornoz, Mauricio Lisanti, Mauricio Collovatti, Roy Urvieta y el técnico del INTA, el enólogo Pedro Villalba.
Luis Martinotti, uno de los pequeños bodegueros que impulsa la cooperativa, indicó: “Trabajamos en viñedos de muy buena calidad, donde resguardamos las características de toda la materia prima, con una serie de variables vinculadas al manejo y el procesamiento de la uva: el proceso de selección, la molienda y la selección del grano, la fermentación controlada y la inmediata elaboración del vino, que evita una fermentación indeseada”.
Sin esa asociación mutua, les resultaría muy difícil subsistir en su escala de producción. “Sin la gestión asociada de tecnologías e insumos esto hubiera sido imposible”, reconoció.
Uqueños cuenta con un sello diferencial, otorgado en 2002 por el Instituto Nacional de Vitivinicultura, que les permite vender hasta 4.000 botellas anuales para los vinos caseros y hasta 12.000 para los artesanales. Esta resolución impulsó a muchas familias a regularizar su elaboración para uso familiar y promovió la creación de bodegas de pequeña escala, que comercializan sus vinos en todo el territorio nacional.
“Trabajamos en viñedos de muy buena calidad, donde resguardamos las características de toda la materia prima”, expresó Martinotti.
Sin embargo, con una creciente concentración de la actividad que encarece los costos productivos –el precio de una hectárea sin viñedos supera los 15.000 dólares–, las bodegas de pequeña escala aún enfrentan el gran desafío de ser sustentables.
“La asociatividad les permite persistir en la actividad y mejorar sus ingresos”, dijo Pizzolato, para quien la viabilidad está dada por el nivel de gestión asociada que han logrado sus miembros, ya que comparten tecnologías e insumos. “La compra colectiva de insumos abarata los costos en un contexto de vitivinicultura de alta competitividad creciente, concentración y dificultad de acceso a los mercados”, ejemplificó.
Los proveedores de insumos están altamente concentrados en Mendoza y estas bodegas requieren de botellas, corchos, capuchón, etiquetas y cajas que compran en común. “Hemos solicitado que nos faciliten el acceso a tecnologías e insumos, que son los dos cuellos de botella que tenemos los productores caseros y artesanales de vino del Valle de Uco”, señaló Martinotti.
De este modo, los bodegueros lograron comprar y compartir tecnologías que les permiten elaborar un vino de calidad. Así, cuentan con una descorbajadora –que separa la uva del raquis–, una embotelladora de cuatro picos, con capacidad para 500 botellas por hora, una encorchadora semiautomática, una encapsuladora y una autofermentadora de 5.000 litros diseñada por el INTA Luján de Cuyo y fabricada por ASSI, una pyme de la provincia de Córdoba.