A pesar de tener más de 100 años de historia en la protección de la naturaleza, hoy en día, nuestro país no se destaca ni por la proporción de su superficie en áreas protegidas (AP), ni por la representación en ellas de sus múltiples regiones ecológicas. Germán Baldi, docente de la Especialización en Teledetección de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), encendió una luz de alerta al respecto: con menos del 6% del territorio protegido, la Argentina se ubica muy abajo en los rankings que nos comparan con otros países de Latinoamérica y del mundo.
“A escala global, la Argentina es uno de los países que menos proporción de su territorio tiene protegida. Si consideramos estrictamente las reservas establecidas para garantizar a perpetuidad los recursos naturales y culturales, poseemos menos del 2% cubierto. Sumando las reservas privadas, provinciales, municipales, etc., alcanzamos el 6%”, señaló Germán según informó el Servicio de Prensa y Divulgación Científica y Tecnológica sobre Agronomía y Ambiente (SLT).
Baldi comparó nuestra situación actual con la de otros países. “En cuanto a porcentaje del territorio protegido, de 25 países de América del Sur y el Caribe (exceptuando las Antillas menores) nos ubicamos en el puesto número 20. Si consideramos los integrantes del G20, estamos en el puesto número 15. Y si nos comparamos con las 50 economías más desarrolladas del mundo, ocupamos el puesto número 36. Conservamos realmente muy poco”.
Haz lo que yo digo, pero…
En un trabajo publicado en febrero de 2017 en la revista PeerJ, Baldi, quien también es Investigador Adjunto en el Instituto de Matemática Aplicada San Luis (CONICET-UNSL), y colaboradores destacaron la importancia de considerar en el análisis qué y dónde se preserva. “La idea de parque nacional surgió a fines del siglo XIX en los EE.UU., basada en la protección de paisajes atractivos, ricos en flora y fauna de gran porte. Pero a ese modelo, adoptado inicialmente por la Argentina y otros países, pronto se le superpusieron intereses culturales, económicos y hasta geopolíticos. Hoy, esa idea cambió: se concibe a las AP como piezas clave para proteger muestras de las diferentes situaciones naturales de un territorio, así como especies en riesgo de extinción”.
“Nuestra investigación, por el contrario, reveló que la realidad difiere tanto de aquellas primeras intenciones como de las actuales: los países, en especial los americanos y europeos, preservan mayormente lo que pueden según las fuerzas de oportunidad. Norteamérica y Europa occidental ubican sus AP en sitios que no tienen aptitud agrícola. En América del Sur, las áreas protegidas siempre están en lugares aislados y alejadas de grandes centros urbanos. Esto es muy llamativo, ya que lo que ocurre en verdad va en contra de lo que se dice pretender. Es el típico haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, dijo el investigador.
Por otra parte, Germán resaltó quiénes son los que mejor conservan su naturaleza. “Los países del África Subsahariana cubren de forma equitativa sus sistemas naturales, mientras que los del sudeste asiático localizan sus AP en sitios con alta riqueza de especies. Si bien estos resultados podrían ser esperables, nuestro aporte fue haberle puesto números a las fuerzas que llevan a la creación de AP. Por eso creemos que para aumentar la relevancia de los esfuerzos de conservación, e incluyo a nuestro país en esto, será necesario reconocer la naturaleza oportunística que ha venido teniendo el establecimiento de AP hasta el momento”.
El futuro de la conservación en la Argentina
“La Argentina preserva su naturaleza de forma sesgada”, puntualizó Baldi, y aclaró: “Esto lo informó un grupo de investigadores del Instituto de Ecología Regional, del Conicet y de la UNT, que determinó que una gran ola de protección de territorios tuvo lugar entre 1930 y 1943, durante la llamada ‘década infame’. Ese proceso llevó a que casi el 60% de nuestras AP se ubicaran en los bosques patagónicos, a que ninguna otra región ecológica alcanzase el 3% protegido y a que 12 de nuestras 15 regiones ecológicas tuviesen preservado menos del 1%. Por otra parte, en la eco-región del Chaco Sudamericano, hoy escenario de un fuerte avance de la agricultura y la ganadería, la Argentina protege un 0,6% de ese territorio, mientras que, por ejemplo, Bolivia cuida el 31%”.
A su vez, el investigador opinó que el Estado viene perdiendo protagonismo en la creación de AP: “Más allá de los sesgos en la distribución, en el siglo XX teníamos capacidad para proteger. Sin embargo, desde hace un par de décadas, ese rol comenzó a ser ocupado por organizaciones no-gubernamentales (ONG) y filántropos con capacidad económica y logística para implementar AP. Por ejemplo, los últimos parques nacionales que se crearon —como Monte León, Campos del Tuyú (el único en la Provincia de Buenos Aires) o el futuro Iberá— se establecen sobre tierras compradas por privados y donadas al Estado.
“Yo creo que en el futuro, la filantropía y las ONG van a jugar un papel cada vez más trascendente a la luz de un Estado que no tiene en su agenda, o no puede, actuar. ¿Cómo va a ser la distribución de las nuevas AP? Las ONG y los filántropos tienen como objetivos proteger la naturaleza, las especies en peligro de extinción o aquellos ambientes que son raros por diversas razones. Pero no debemos dejar de lado que hay una diferencia muy grande entre que un Estado ponga bajo protección 700.000 hectáreas —como sucedió al crearse el Parque Nacional Nahuel Huapi, por ejemplo— y que una ONG compre y ceda 10.000 hectáreas para protección. El impacto va a ser claramente diferente. Creo que debemos contextualizar nuestra situación en relación con América Latina, donde países con restricciones presupuestarias importantes como Venezuela y Ecuador protegen sus recursos más y mejor que nosotros”, culminó Baldi.