En el campo el amor por el trabajo se hereda por generaciones, y esta historia no es ajena a ello. Eduardo Millaá (hoy de 82 años) había comprado con su mujer sus primeras vacas Holando y se decidió a ser tambero. Juntos ordeñaban de sol a sol y durante años en su establecimiento ubicado en Bauer y Siguel, provincia de Santa Fe.
Años de trabajo y sacrificio, de prosperidad y crecimiento, dieron sus frutos y pudieron alcanzar a una producción diaria de 8.000 litros en tres tambos. Su hijo Luis los ayudaba en el campo y ya tenían vacas inseminadas para agrandar la producción a 10.000 litros diarios. Pero todo se derrumbó cuando sus campos se inundaron a fines del 2012.
Hoy, solo les queda el campo inundado y ya remataron los tres tambos y hasta la última vaca que tenían. Matías y Marcos, los nietos de Eduardo, que también trabajan en el campo le pusieron palabras a este profundo sentimiento de tristeza que es perderlo todo, después de 70 años de trabajar de lunes a lunes.
Cuando todo se perdió
“El campo es de nuestro abuelo Eduardo, que tiene 82 años y sigue trabajando. Él junto a nuestra abuela empezaron ordeñando y de a poco fueron creciendo hasta tener tres tambos con una producción de 8.000 litros diarios, hasta que vino la primera inundación en diciembre del 2012, y tuvimos que mudar todo a un campo arrendado. Ahí estuvimos hasta el invierno de 2013, hasta que se pudo volver a hacer pasturas en el campo nuestro, y nos volvimos a mudar”, explicaron Matías y Marcos.
Y continuaron: “Para octubre del 2013 nuestro campo se volvió a inundar y tuvimos que unificar dos tambos en uno. El más chico de los tres estaba en una zona más alta, y se pudo acomodar. Pero de a poco se iba perdiendo la alfalfa que teníamos y cerca de diciembre solo quedaban las reservas de sorgo, así que en enero de 2014 tuvimos que rematar el tambo más grande que teníamos”.
“Lamentablemente siempre somos el sector más castigado, aunque los demás piensen que nos llenamos los bolsillos de plata”, dijeron.
¿Y ahora qué?
“Hace dos meses tuvimos que rematar el último tambo que nos quedaba. No nos quedó ningún animal”, ampliaron.
Entre los tres tambos tenían más de 1.500 vacas, contando más de 200 madres en el criadero, en aproximadamente 550 hectáreas de campo.
En las dos campañas siguientes a la venta del tambo principal se dedicaron a la agricultura y sembraron, pero según explicaron los nietos de Eduardo e hijos de Luis Millaá, “nunca pudimos cosechar nada porque los campos siempre se inundaban. Hoy en día tenemos maíz y soja como para cosechar, pero no podemos entrar con la cosechadora por el agua que hay. Hace diez días un vecino trilló su campo y sacó más del 70% de grano dañado”.
“El Comité de Cuenca Hidráulica de Santa Fe se robó la plata para las obras y no hizo nada en los últimos 20 años. Ahora empezaron a trabajar de vuelta, pero no hay ningún avance todavía”, sentenciaron los hermanos.
¿Algún tipo de ayuda?
“La única ayuda fue que no paguemos los impuestos por hectárea y ahora los tenemos que pagar más adelante, o sea, ninguna ayuda. Como no pudimos levantar la cosecha, estamos viviendo de lo que sacamos de los animales del tambo y esperamos que baje el agua para poder sembrar algo de trigo y cebada”.
En relación a las compensaciones para tamberos que destina el actual Gobierno explicaron que “llegaron casi tres meses tarde”, y en relación a las que destinaba el Gobierno anterior, indicaron que “las cobramos, pero sirvieron de muy poco”.
Por Facundo Mesquida / @JFMesquida