Ya está próxima la nueva campaña de trigo, con mucha expectativa en especial por la eliminación de las retenciones y la liberación de las exportaciones del cereal.
Frente a este nuevo escenario, el productor no sólo vuelve a incluir el cultivo en la rotación sino que reaparecen en su paquete tecnológico insumos que estaban prácticamente olvidados o reducidos a la mínima expresión. Dentro de esta vuelta a la normalidad pienso que el desafío más importante para productores y técnicos es tratar de que el trigo recupere el lugar que tuvo, teniendo en cuenta su importancia estratégica dentro de una rotación balanceada con sustentabilidad, como requiere la intensificación de la agricultura que hoy estamos viviendo y de la que no debería haber vuelta atrás.
Dentro de esa sustentabilidad, una herramienta que va ganando lugar es el uso de los inoculantes o biofertilizantes, que son muy conocidos y ampliamente difundidos para el cultivo de soja y otras leguminosas.
En el caso de gramíneas, si bien su aplicación no está generalizada, la forma de acción es semejante: una asociación muy estrecha entre la planta y el microorganismo que aporta beneficios para ambos. Hay varios microorganismos que se pueden usar en la inoculación de trigo. En el caso de Crinigan, empresa en la que trabajo en el área de desarrollo, utilizamos las micorrizas que promueven un mayor crecimiento de la raíz, lo que facilita la planta una mejor absorción de agua, fósforo y otros nutrientes.
Resumiendo, la inoculación es una tecnología de bajo costo que está alineada con los principios de la agricultura sustentable, que preserva efectivamente la productividad de los suelos.
Por Santiago Corti. Asesor Técnico de Crinigan S.A.