El presidente Mauricio Macri en numerosas oportunidades, como candidato y como líder del Ejecutivo, ha expresado que “su sueño” sobre el rol del sector agropecuario argentino es que el país se convierta en el “supermercado del mundo”. Sin duda que es un anhelo de muchas generaciones de argentinos pero para lograrlo, un primer paso debería ser constituirnos en “la carnicería del mundo”.
La secuencia lógica de etapas en términos de planeamiento estratégico que nos permitiría pasar de los “sueños” a las “realidades” sería:
1) El establecimiento de los objetivos
2) La definición de la estrategia
3) La selección de las políticas e instrumentos
4) La obtención/evaluación/ medición de los resultados.
La mayoría de los fracasos de las políticas Públicas de los últimos 30/40 años hasta el presente tienen que ver con la ausencia de una o varios de estas etapas en las políticas formuladas.
¿Por qué la nave insignia sería la “cárnica” (prioritariamente sería las carnes vacunas y ovinas, casual coincidencia con las producciones que nos insertaron en el mundo hace mas de 140 años)?
La industria cárnica y sus derivados revisten una importancia significativa para la Argentina en términos de aprovechamiento de los recursos naturales diferenciales disponibles (ventajas comparativas); en capacidad de generar productos exportables de excelencia y naturales; en generación de empleo de calidad e inversiones de magnitud; en desarrollo y repoblamiento regional; desarrollo científico tecnológico; mejoramiento del poder adquisitivo del salario; mejoramiento de la calidad alimentaria; agregación de valor a la materia prima granaria; en abastecimiento a la matriz de productos competitivos transables en las negociaciones internacionales; y en capacidad transformadora del mercado de consumo interno .
Por todo ello se estima que debería ser potenciada de manera diferencial, “sistémica”, con todas las herramientas de política que dispone el gobierno, al mismo tiempo.
Desde el punto de vista competitivo hemos desarrollado un paquete tecnológico, genético, de conocimiento e investigación, de profesionales y de trabajadores, que claramente nos genera ventajas, no ya comparativas sino competitivas. Hemos desplazado y localizado la ganadería hacia zonas de confort económico con los respectivos paquetes tecnológicos. Tenemos una gran diversidad de razas para abastecer distintos tipo de mercados u productos con alta calidad, como ninguna otra actividad tal vez la disponga.
Nuestro gran problema radica en la definición de la estrategia, del plan y de los programas, por sus vínculos con el mercado interno, en virtud del peso de la carne en la alimentación de la población.
Las medidas tomada hasta el presente son necesarias pero no suficientes y el no tener en claro esto es provocaría que vuelva a suceder lo ocurrido durante la gestión económica de Roberto Lavagna, quien por entonces rechazó la propuesta de algunos técnicos de Agricultura, de implementar programas que incentivaran rápidamente la ganadería, argumentado que el precio y buen contexto de ese entonces, iban a promover el impulso inversor necesario. Posteriormente, se produjo lo de siempre, mejora salarial relativa, incrementos de los precios de la carne y sustitutos, conflictos y cierre de las exportaciones.
En el actual contexto, (escasez relativa de hacienda) no sería alocado pensar en mayores incrementos del precio de la hacienda y al mostrador y más aún si se aspira a abastecer nuevos/viejos mercados. Me parece arriesgado procurar aumentar las exportaciones porque indefectiblemente repercutirá en el precio interno, en la conflictividad y el mal humor social.
Adicionalmente, sabemos que cuando aumenta el precio de la carne vacuna todas las demás siguen el mismo recorrido (sino ver el precio del cerdo, del pollo y el pescado). Para evitar o atenuar dicho efecto, debería impulsarse agresivamente y de inmediato a las otras producciones cárnicas alternativas. Aquí entran a jugar, entre otras herramientas, todos los programas nacionales y provinciales de agricultura familiar orientados con cierto sesgo a estas actividades garantizando la seguridad alimentaria de la población.
La problemática en cuestión es muy compleja como para esperar que sea resulta con una o dos medidas técnicas y rápidamente. El tiempo no es un activo que le sobre a la actual gestión. De acá la necesidad de sancionar una ley que provea los recursos y todas las herramientas legales, programas para atacar los cuellos de botella del sistema, pero que impulse agresivamente las inversiones de capital (amortización acelerada de todos bienes capital, doble desgravación de fertilizantes, etc) indispensables para un despegue definitivo.
El paquete incluiría medidas para la producción de pollos, cerdos, ovinos, caprinos y búfalos de forma tal garantizar recursos por un plazo de 10 años a todas estas producciones.
Un tema del contexto externo, no muy difundido, que podría constituirse en una gran amenaza para estas producciones de gran valor agregado, tiene que ver con la evolución de los acuerdo de libre comercio y de los llamados mega-acuerdo comerciales, los cuales podrían impactar de manera significativa en nuestra competitividad, en virtud del nivel de preferencias que se otorgan mutuamente los miembros del acuerdo. Los primeros y en especial los firmados entre USA con Chile y Colombia le han permitido a la carne Norteamericana relegarnos en la participación de mercado de nuestros productos, que por proximidad deberían competir con ventajas.
Algunos estudios vinculados a la evaluación de los impactos de estos mega-acuerdos señalan que, teniendo en cuenta que el TPP (Transpacific Partnership) y el TTIP (Transatlantictrade and Investment Partnership) están conformados por los mercados de mayor adquisitivo del planeta y consecuentemente más atractivos, los productos cárnicos Argentinos podrían ser los más afectados no solo por las preferencias arancelarias sino también por el resto de los requisitos que entran en los acuerdos. La capacidad competitiva no es solo la auto-superación sino que además la mejora este acorde con la de la competencia.
Por último, el problema de la carne requiere un abordaje y un enfoque sistémico que solo un marco legal adecuado y de largo plazo puede proveérselo. Este ámbito de discusión permitirá que todos los actores intervengan, incluyendo el pueblo a través de sus representantes, expongan sus intereses, sus dudas, sus compromisos y se sientan parte el “sueño” pero que finalmente avancemos en construir un marco normativo que provea un sector ganadero de excelencia.
Si no somos capaces de organizarnos para dar seguridad y calidad alimentaria a nuestra población de manera sustentable y no a los ponchazos como lo hicimos hasta el presente, el sueño de ser el supermercado del mundo y será una más de nuestra frustración como colectivo social.