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El cambio que necesitamos depende de nosotros

El oficialismo y sus herramientas electorales operan como una maquinaria que intenta ganar elecciones, mantenerse en el poder y garantizar impunidad.

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“No hay lazo que no se corte,

Ni tiento que no se gaste,

No hay mal que dure cien años,

Ni cristiano que no aguante”

Vale esta cita del refrán popular para empezar esta carta a los productores argentinos, a pocos días de la finalización del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, tras doce años de una etapa que no puede calificarse sino como muy negativa para el conjunto de los productores y de las regiones del país, en particular, durante los mandatos ejercidos por la actual presidenta. El 10 de diciembre será el último día de una larga pesadilla, lo que al decir de Santa Teresa del Niño Jesús se trató de “una larga y mala noche en una mala posada”.

1. BALANCE: Es necesario el ejercicio del balance en este momento. No es pérdida de tiempo ni resulta ocioso mirar hacia atrás de estos años transcurridos, ya que desde la comunicación oficial y con todo el aparato propagandístico adicto, se intenta instalar la idea de la “década ganada”. Para los productores fue la “década desperdiciada”.

“La única verdad es la realidad”, según expresara Juan Domingo Perón, y la realidad de la abrumadora mayoría de chacareros y campesinos es el deterioro creciente y una profunda crisis, en particular, de aquellos vinculados a las economías regionales.

Desaparición de 100.000 productores; la caída de la producción de carnes y del stock ganadero; las restricciones a la exportación de maíz y trigo, pero otorgando ganancias extraordinarias para diez grupos exportadores; la concentración de la tierra en menos manos, con el fomento de pooles de siembra y sojización como única estrategia productiva; el silencio cómplice frente a los avances ilegales de las multinacionales sobre el derecho al uso propio de semilla; las inundaciones recurrentes y la ausencia de infraestructura; un Ministerio de Agricultura sin jerarquía para definir políticas estratégicas productivas, condenado a profundizar el sistema clientelar y populista cuando otorga dádivas al amiguismo y cierra sus puertas a los que piensan distintos, constituyen sólo algunos de los síntomas de este tiempo de irracionalidad hacia los productores argentinos.

2. NUESTRAS PROTESTAS Y RECLAMOS: Este fue un período caracterizado por las reiteradas protestas y reclamos de nuestro sector. También fue un tiempo de propuestas, pero no fuimos escuchados.

¿El problema de la relación campo-gobierno fuimos los productores? ¿O fue acaso una mera actitud de gobierno de oídos sordos? ¡No! El problema fue mucho mayor y mucho peor. Luego del conflicto del 2008, que pasará a la historia como la mayor manifestación colectiva de origen agropecuario, el kirchnerismo nos ubicó a los productores como el enemigo a vencer, y profundizó la lógica que también marcó esta etapa: la del amigo-enemigo, blanco-negro, látigo y chequera, herramientas de uso frecuente de esta gestión, en un camino de creciente autoritarismo y deterioro de la calidad institucional. El resentimiento y el revanchismo se transformaron en los móviles principales de relacionamiento con los productores y sus entidades representativas.

3. CAMPAÑA: MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES. A pocas horas de ejercer el derecho constitucional del voto, no puedo menos que mencionar una marcada preocupación por las condiciones en que llegamos a esta elección presidencial. Partiendo, en primer lugar, de la observación de que los frentes electorales constituidos están más vinculados a la especulación matemática de suma de votos, que al contenido programático de las propuestas; en algunos casos, aparecen más como variantes electorales, que como organizaciones de sólidas bases políticas. Esto da lugar a notables contradicciones, se desvanecen los principios ideológicos, la historia y hasta el presente de los partidos se confunden con las estrategias de marketing que proponen iluminados gurúes autoproclamados ostentores de “ciencia infusa”.

El oficialismo y sus herramientas electorales operan como una maquinaria que intenta ganar elecciones, mantenerse en el poder y garantizar impunidad. Son decenas las denuncias por corrupción, lo que explica la unidad del oficialismo gobernante y la búsqueda de continuidad.

Cabe mencionar que hay excepciones en algunas expresiones políticas donde las ideas y los principios son ideas que mantienen flameando, pero las opciones con mayor intención de voto dejan a la luz sus defectos fundacionales y me llevan a expresar esta preocupación.

4. MIS ENCUENTROS CON CANDIDATOS: Durante los últimos meses como presidente de la Federación Agraria Argentina y luego de dejar esa responsabilidad, pero como hombre público, mantuve reuniones públicas y privadas con casi todos los candidatos. Me pareció oportuno escuchar y dar señales de convivencia y pluralidad aún a sabiendas de que cada reunión, por las parcialidades y las antinomias instaladas hoy en buena parte de la sociedad argentina, traería efectos polémicos. Creo que fue un gesto correcto y que va en el sentido que muchos argentinos anhelamos: terminar con la lógica binaria, clausurar la intolerancia, decir basta al esquema de fracturas. De esta manera, estuve reunido con Macri, con Stolbizer, con Massa, con Scioli, en ocasiones debatiendo y en otras escuchando. Esto nunca significó dar un apoyo explícito a nadie en particular, excepto en el período en el cual trabajé en el Frente Renovador de Santa Fe, colaborando con lo que en ese momento creía era una opción desarrollista. Motivos personales produjeron mi alejamiento de esa opción electoral, y hoy como hombre independiente puedo expresar mi tranquilidad de consciencia por haber contribuido a la política con ideas e iniciativas, sin esperar o especular con cargo alguno, o con el objetivo de vivir del Estado.

5. OPORTUNIDAD DE CAMBIOS Y CORRECCIONES: Sin duda alguna, luego de una sucesión de errores en lo económico y del deterioro de la calidad institucional argentina, nos enfrentamos a un complejo momento que presagia un complejo futuro. Hay un elevado porcentaje de la sociedad argentina que espera cambios y correcciones al rumbo actual, y la incertidumbre hoy es la sensación que más se expande entre los argentinos.

En lo referente al sector agropecuario, advertimos que la palabra “campo” se repite, a menudo, entre los candidatos. Aparece una tibia consciencia del rol que podría cumplir este sector en la recuperación nacional. Ahora bien, es aquí donde me veo obligado a advertir a mis amigos y compañeros agrarios que observo con preocupación el horizonte futuro.

Para la solución profunda que la Argentina necesita, en esta campaña sólo se expresaron títulos y enunciados, generalidades oportunistas con escaso compromiso de explicar cómo se pone nuevamente de pie a la producción, y de qué modo ésta actúa como factor multiplicador de la generación de riqueza y empleo. Se mencionaron las retenciones, pero no se habló de una reforma impositiva integral; se habla de la producción, pero no de los productores; se expresa la importancia de la infraestructura, pero no se define con claridad cómo desarrollarla; se habla del cepo al dólar, pero no dicen cómo vamos a recuperar la competitividad de la economía en su conjunto.

Muchas veces, a lo largo de la historia contemporánea, hemos visto finales de ciclos traumáticos, y muchas veces a los productores nos tocó “pagar la fiesta”. Los años de despilfarro cristinista, prevén nuevos ajustes y nuevos esfuerzos a una sociedad maltratada, azotada por los errores de sus gobernantes. Aquí es donde debemos advertir que los productores no nos negamos a aportar, sólo que nos molesta ser siempre “los primeros de la fila”.

El 25 de octubre se vota. No se trata de continuidad o cambio, sólo hay una opción: el cambio. Quien resulte electo debería cambiar y hacer correcciones hacia otra política y hacia otro modelo, y los productores debemos estar muy firmes y unidos. En la actualidad, las entidades  agropecuarias han perdido ese valor que tanto ponderamos la mayoría de los productores; cuando, bajo el método de aceptación de algunas tibias ayudas clientelares por parte de una de ellas, el gobierno logró meter una cuña en el esquema de unidad que tanto le molestaba.

El sistema democrático nos da la oportunidad de plebiscitar una gestión de gobierno, de votar cada dos años, y corregir o cambiar la representación de la sociedad. El próximo domingo tenemos el derecho y la oportunidad de modificar lo que no nos gusta, luego pasarán otros dos años hasta volver a ejercer ese control ciudadano y porque, como dijera el General Perón, “sólo la organización vence al tiempo”, yo quiero terminar este mensaje con la afirmación de que debemos ser capaces de votar todos los días: EL CAMBIO QUE NECESITAMOS DEPENDE DE NOSOTROS.

No se trata de delegar a otros nuestro futuro y nuestro destino, debemos ser capaces de mantenernos unidos y firmes para no tener que volver a “pagar la fiesta”. Como escribiera el escritor argentino Roberto Arlt en el prólogo a Los lanzallamas (1931): “El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo, y que bufen los eunucos”.

Por Eduardo Buzzi. Ex presidente de Federación Agraria

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