A pesar de ser el cuarto emisor de gases de efecto invernadero de América Latina –después de México, Brasil y posiblemente de Venezuela–, la contribución de la Argentina al total mundial es relativamente menor: entre el 0,5 y 0,7%, dependiendo de la fuente del cálculo.
Por su estructura productiva, tiene un componente importante de emisiones correspondientes al sector agropecuario, lo que implica una diferencia respecto de buena parte de los países de desarrollo intermedio, salvo algunas excepciones, donde están más ligadas al sector energético.
En la Argentina, si se tienen en cuenta las cifras oficiales –del inventario del año 2000, que se hizo para la segunda comunicación nacional sobre cambio climático del país–, los dos componentes principales del sector agropecuario estaban relacionados, por un lado, con las emisiones de metano por fermentación entérica –prácticamente el 90% correspondían al ganado vacuno– y, por otro, con las emisiones de óxido nitroso provenientes del uso de suelos agrícolas.
En términos de la reducción de estos gases, la utilización de procedimientos como la siembra directa implica una medida de mitigación, teniendo en cuenta que evita el aporte de nutrientes nitrogenados, que son fuentes adicionales de emisión.
En el caso de la fermentación entérica, grupos de estudio del INTA analizan la medición y determinación de factores de emisión propios porque hasta el momento se utilizaban otros que, si bien se han adaptado en la medida de lo posible a las circunstancias nacionales, no necesariamente se correspondían con características específicas de los animales argen- tinos. Esto depende en muchos casos de condiciones específicas de cada país y de cada zona en la cual se producen diversas actividades. En esa línea, se está avanzado bastante con algunos proyectos de medición de metano según el tipo de alimentación y la categoría específica de animal, a fines de determinar cuáles son las verdaderas emisiones propias.
En este sentido, pueden ser interesantes los resultados que se obtengan con cambios en la dieta, me- diante suplementos alimentarios o el agregado de cloruro de sodio, en términos de ver cómo repercuten estas medidas en la generación de metano.
A escala internacional, hay una tendencia hacia un mayor aprovechamiento de los detritus de aquellos animales que están en condiciones de estabulación para la generación de biogás. Comparado con Chile, Brasil o México, en la Argentina no hay tantas acciones en esa línea, pero se podría trabajar para aprovechar esas emisiones.
El sector agropecuario tiene un aporte importante a la economía nacional, fundamentalmente en términos de divisas. Uno de los desafíos es hacer un seguimiento estrecho de todo lo que esté relacionado con aquellas mediciones en términos de huella de car- bono o indicadores de esa naturaleza, que podrían llegar a constituirse en una restricción para algún tipo de exportación en el cual la Argentina pueda estar muy perfilada.
Las oportunidades son muy amplias porque también son muy heterogéneas las actividades y hay un abanico importante de posibilidades. Es distinta la metodología para limitar emisiones en el sector ganadero que en el agrícola y cada subsector tiene su especificidad y oportunidades, en las cuales limitar o reducir emisiones va acompañado también por un aumento de la productividad. Estos son los nichos más interesantes de identificar en etapas más tempranas: aquellos con posibilidades de generar aumentos en la eficiencia y en la producción, a la vez que uno puede identificar oportunidades para limitar o reducir emisiones.
Por Leónidas Girardin. Director del Departamento de Medio Ambiente y Desarrollo de la Fundación Bariloche