Platón en su Carta Séptima dice : “Cuando yo era joven, me pasó lo mismo que a muchos otros, estaba deseando, tan pronto como fuera dueño de mis actos, ocuparme de inmediato de los asuntos de la comunidad”.
La primera experiencia política que describe Platón fue la de su participación en el gobierno de Los Treinta, quienes gobernaron en Atenas en el 404 AC. Éstos tuvieron al comienzo muy buena imagen política, pues habían logrado desplazar a un gobierno anterior muy corrupto. A medida que fueron gobernando, dice Platón, “lo que vi es que estos hombres hicieron, en poco tiempo, que el régimen anterior pareciera de oro”.
“No mucho después se derrumbaron Los Treinta y de nuevo, aunque de manera más reposada, me arrastró igualmente el deseo de dedicarme a la comunidad y a la política”. También aquí las cosas que ocurrieron lo desilusionaron a Platón: “Vi que las leyes escritas como las costumbres se habían echado a perder y esto había avanzado tan asombrosamente, que yo, que estaba al principio lleno de enormes ansias por dedicarme a la comunidad, al fijarme en todo esto y ver que no tenía ni dirección ni sentido, acabé por sentirme trastornado”.
Esto que le pasó a Platón les puede pasar hoy a muchísimos jóvenes de la Argentina, 24 siglos después que a él, pues las cosas que pasan en la política argentina son capaces de trastornar a cualquiera, así como lo trastornaron en Atenas a Platón a pesar de que era un gran filósofo y pensador.
Después de la hiperinflación de Raúl Alfonsín, la pizza con champagne de Carlos Saúl Menen, la caída prematura de Fernando de la Rúa, el default de Adolfo Rodríguez Saá, la pesificación asimétrica y maxidevaluación de Eduardo Duhalde y luego la inflación y la pobreza recubierta de subsidios del gobierno actual y un nuevo default después de 12 años de gestión, sin contar los temas éticos, siempre, en todos los casos, en nombre y en defensa “del pueblo”, cualquier joven y no tan joven que se asome ahora a la política argentina se puede sentir “trastornado” como se sintió el gran Platón.
Pero Platón no aflojó nunca y siguió impulsando sus ideas políticas. No solo en Atenas sino incluso en Siracusa y Sicilia. No le importó correr riesgos muy fuertes con tal de defender o aplicar sus ideas y en uno de esos intentos fue tomado como esclavo, luego vendido y también rescatado, y eso no le impidió pensar y establecer conceptos tan definitivos que admiramos 2400 años después.
Por eso no podemos asustarnos, debemos continuar tratando de cambiar las cosas y finalmente la honradez podrá más que la corrupción.
Según Platón, “para gobernar bien, se debería elegir a los mejores, especialmente a personas mayores, con familia, que cuenten con una reputación adecuada y que tengan recursos como para vivir honorablemente”. O sea, que no lleguen al gobierno con el objetivo de enriquecerse. Lo que él no sabe -y lo aclara- es cuánto habrá que rogarles y qué honores ofrecerles para convencer a esas personas a que dejen sus ocupaciones y pasen a encargarse de los problemas de la comunidad. Lo óptimo para Platón sería que los filósofos fueran los gobernantes o que los gobernantes fueran filósofos, pero esa es una utopía, algo irrealizable.
Él aclara en su Carta Séptima que harían falta “para una ciudad de 10.000 habitantes, unas 50 personas para gobernar bien esa comunidad”. Hoy en nuestro país tenemos 3.960.000 empleados públicos. Pero aplicando la misma relación indicada por Platón para un país de 40.000.000 millones de habitantes como es la Argentina harían falta entonces 200.000 personas ¿Las conseguiremos? Encontrar 200.000 personas honestas en la Argentina actualmente es difícil, pero hay que intentarlo. Requerimos un cambio ético, pero eso no es todo. La ética es muy importante, pero también hay que estar preparados profesionalmente para gobernar. Para servir, servir. Pidamos que las elecciones de 2015 muestren un cambio de mentalidad de los votantes argentinos.
Por Orlando Ferreres. Economista
Fuente: La Nación