La quinoa ya está presente en la dieta de los argentinos. Sea por medio de las barras de cereales u ofrecida en el circuito de la comida gourmet, este grano obtenido de una especie nativa de la región andina ha ganado popularidad entre los consumidores.
Sin embargo, se da una paradoja: la materia prima es importada de Bolivia, el primer productor mundial, a pesar de que nuestro país tiene excelentes condiciones para su producción a escala.
“La producción local está básicamente orientada al autoconsumo con una comercialización realizada en ferias regionales, como ser Iruya en Salta o Belén en Catamarca”, explican Amanda Fuxman y Silvia Paris, dos ingenieras agrónomas que desde la subsecretaría de Desarrollo Regional del ministerio de Agricultura, están trabajando en la promoción y desarrollo del cultivo, con un foco especial en la inserción de los pequeños agricultores familiares en la cadena de valor.
“Bolivia, Perú, Estados Unidos y Ecuador, en ese orden, son los principales productores mundiales, y hay un mercado mundial muy demandante, básicamente en Europa y Norteamérica”, explican las referentes del programa de Quinoa del ministerio de Agricultura.
Es que la preocupación por una dieta saludable ha llevado a redescubrir cultivos alejados del mainstream de los grandes cereales y oleaginosas.
La quinoa, una especie de la familia de las quenopodiáceas, es muy rica en proteínas y fue elegida por la NASA (la agencia espacial de los EE. UU.) como uno de los componentes de la dieta de los astronautas, lo que aceleró más su popularidad.
“Los precios han mejorado significativamente en los últimos años y para noviembre del año pasado se estaban manejando valores en el comercio internacional en torno a los 240 dólares el quintal (100 kilos)”, explican Fuxman y Paris.
En 2013, la FAO lo declaró como el “Año Internacional de la Quinoa” que elevó más la atención mundial sobre este cultivo.
Según las profesionales del Minagri, el área nacional pasó de unas 300/400 a 1.500/1.800 hectáreas. “Por otra parte, es un cultivo que se puede llevar adelante en las zonas andinas, desde el sur del país hasta el norte”, señalan.
Entre otras cosas, remarcan el trabajo del Instituto para la Agricultura Familiar (Ipaf), del Inta, que ha diseñado maquinaria específica para la recolección mecánica por parte de los pequeños productores. Asimismo, agregan que productores de escala media la están incorporando en la rotación, por ejemplo en alternancia con el tabaco.
Una de las áreas donde se está trabajando fuerte es en la genética, donde la Argentina cuenta con profesionales con más de 20 años de experiencia.
“Pero un área de trabajo importante es la poscosecha, un proceso delicado porque hay que sacarle las saponinas vía lavado o escarificación, que además de costoso demanda mucha mano de obra”, agregan.
Lo cierto es que traccionada por una demanda creciente, todo apunta a que el cultivo entre en una nueva era en la Argentina.