Es razonable que estemos preocupados por el futuro: el futuro de la energía, el futuro del agua, la sustentabilidad, el medioambiente y no escapa a esta lógica las implicancias de alimentar a un mundo cada vez más poblado. De los 7.000 millones de personas que vivimos hoy en el planeta pasaremos a ser 9.000 millones en el 2050 y el 95% de esos 2.000 nuevos habitantes habitarán en países hoy denominados emergentes que al incrementar su ingreso per cápita tendrán mayores exigencias de consumo.
Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para Alimentos y Agricultura (FAO), se requerirá un 100% más de alimento del producido actualmente y por ello la FAO viene impulsando diversas iniciativas para lograr la seguridad alimentaria, es decir, que cada persona acceda a una alimentación nutritiva y asequible para no irse a dormir sintiendo hambre.
¿Cómo se satisfacerá esa demanda creciente de alimentos? El 70% provendrá de la aplicación de tecnologías a los sistemas de producción, el 20% de nuevas tierras de cultivo y el 10% de un incremento en la productividad de los cultivos. Nos encontramos en las vísperas de una revolución en la tecnología de producción de alimentos, en especial de proteína animal que es (y lo será más aún) un nutriente crítico para el desarrollo y supervivencia de la especie humana. Mientras que en el horizonte cercano existen tecnologías sustitutivas para obtener energía limpia como son las fuentes renovables, no se observan los mismos avances tecnológicos para reemplazar nuestra necesidad de proteínas de alto valor biológico que son imprescindibles para el crecimiento, el rendimiento y una vida longeva.
Y en ese contexto que combina necesidades individuales y como especie humana, la Argentina tiene un papel privilegiado para la provisión de alimentos y especialmente proteínas al mundo no sólo a partir de la producción de soja (que termina convertida en proteína animal en aquellos países en los que es procesada) sino con mayor producción de alimentos que contribuyan tanto a una mayor seguridad alimentaria global como a una fuente de recursos para el país.
Por cierto, hoy buena parte de los programas del Estado orientados a paliar la desigualdad social surgen de nuestra mayor productividad no solo desde el campo como un proveedor cada vez más eficiente de alimentos sino además de sus ingresos económicos que vuelven a la sociedad.
La tecnología bien aplicada es un aliado de la nutrición sustentable. Tenemos por delante un mundo hambriento de alimentos y de proteínas y la Argentina está llamada a jugar un papel en ese destino.
Por el Dr. Esteban Carmuega, médico pediatra,
Director del Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil MN 58.537