“Desde hace ya varios años, en la producción agropecuaria se ha venido profundizando la interacción entre la genética, la fitotecnia y la ciencia en general, que de la mano de la tecnología han permitido alcanzar el desarrollo de la maquinaria agrícola moderna. Está claro que sin un alto índice de mecanización, la producción agropecuaria moderna no puede avanzar adecuadamente”.
Así opina Julio Pollacino, director de la carrera de Ingeniería en Mecanización de la Producción Agropecuaria de la Universidad de Morón, la única en el país que se propone construir un “puente” entre las ingenierías agronómicas clásicas y las ingenierías mecánicas.
Pollacino, que tiene una vasta trayectoria a sus espaldas -fue docente de la cátedra de maquinaria Agrícola en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires durante 42 años, y durante 34 en la Universidad de Morón, además de ser designado Profesor Emérito en la Universidad del Salvador-, fue uno de los impulsores de la creación de la Carrera, que abrió sus puertas en 2007. Su amplio conocimiento del sector, así como también su denodada pasión por los fierros, fue lo que lo llevó a advertir un “vacío” en lo que respecta a la formación de recursos humanos en el área.
“Con el tiempo, conversando con empresarios y productores, caminando los campos y brindando charlas sobre el tema, fui detectando una «demanda insatisfecha» en este sentido, especialmente señalada por los fabricantes de las máquinas”, cuenta.
Los argumentos del académico en torno a la acuciante necesidad de contar con personas especializadas en el tema disparan interrogantes acerca de por qué una carrera con estas características demoró tanto en hacer su aparición en el país.
“En los últimos años hemos visto cómo la ingeniería se fue metiendo en medio del propio campo, así como también la informática”, indica, para luego añadir: “las máquinas son cada vez más grandes, poderosas y veloces, esto hace necesario cálculos para proveer a los establecimientos de equipos sin excesos ni defectos, lo que justifica una visión global amplia y completa como la que debe poseer el ingeniero con su formación superior en la especialidad”.
Por otro lado, para Pollacino no es posible confiar en máquinas que no tengan un servicio de asistencia técnica sólido y confiable, algo que no sólo comprende a los repuestos, sino también y principalmente al conocimiento del producto. “En esto resulta obvio que el campo y la producción agropecuaria no esperan –señala–. Como en toda producción a cielo abierto, donde el espectro biológico está interactuando con el mecánico-agrícola, no hay sábados ni domingos; es como la asistencia médica de urgencia. Y para satisfacer estas necesidades ya no basta, como antes, con un operador que arme y desarme, se requieren personas específicamente preparadas”.
Danilo Pérez, estudiante de la carrera –a quien sólo le falta presentar y defender su tesina para recibirse– y actual responsable de la planta de armado de CLAAS en Oncativo, coincide en el diagnóstico: “Hace tan sólo 10 años toda la tecnología que incorporaban las máquinas en términos de confort, electrónica o información era muy básica; hoy las cosas han cambiado mucho, y los equipos tienen cada vez más capacidad y complejidad”.
Hijo de un contratista agrícola y egresado de una escuela agrotécnica, Pérez habla desde la experiencia y el entusiasmo. “Cuando estás en ese mundo, y vas viendo la tecnología que incorporan los equipos nuevos, te vas fanatizando”, confiesa, y explica que esa es la razón por la cual eligió la carrera: “Un ingeniero agrónomo sabe algo de máquinas, pero no es un especialista en el tema; un ingeniero mecánico, por otra parte, sabe todo sobre las máquinas, pero carece de conocimientos sobre la producción agronómica. Lo bueno de esta carrera es que propone una formación específica para el rubro de la maquinaria agrícola, ya sean sembradoras, picadoras, cosechadoras o tractores”.
Entre el aula y el galpón
Con un plan de estudios que combina materias de Ingeniería Agronómica, Ingeniería Mecánica, Ciencias Económicas y materias específicas sobre maquinaria agrícola –estas últimas a cargo de un plantel de 20 docentes especialistas en sus respectivas áreas–, los alumnos de la carrera trazan itinerarios semanales que incluyen como escenario aulas, laboratorios, campos y galpones.
La carrera está armada para ser finalizada en un mínimo de 5 años, pero también incluye un título intermedio con nivel de tecnicatura hacia la mitad del recorrido, para que ya en esa etapa los estudiantes que lo deseen puedan lanzarse al mercado laboral con conocimientos sólidos y un fuerte aval oficial.
Desde el primer año el encuentro con los fierros está garantizado, aunque en los primeros recorridos los contenidos sobre matemática, física y química tienen una presencia mayor. Pollacino señala que el plan fue pensado para lograr un equilibrio entre los contenidos prácticos y teóricos a lo largo de toda la carrera, y que si bien muchos de los alumnos recién llegados se muestran ávidos de comenzar a meter mano en los motores, “nuestra obligación como docentes y como personas que han trabajado mucho en asesorías y fábricas, es convencer a los estudiantes de que no existe aprendizaje hasta que puedan reflexionar sobre aquello que vieron en clase”.
En cuanto a la orientación global de la carrera, Pollacino sostiene que “apuntamos fuertemente al diseño y la adaptación de la maquinaria agrícola, y con una fuerte capacitación en todo lo que hace a la asistencia técnica de máquinas y equipos”. Todo ello con una mirada situada geográfica y temporalmente: “Nosotros hemos elaborado un plan de estudios ajustado a las actuales necesidades locales; por otra parte, en lo que se refiere a investigación, en la Carrera se trabaja en investigación aplicada ya que también se busca resolver necesidades reales detectadas en el sector”.
Después de la clase
Según Pollacino, una de las dudas más comunes entre los que aún no han ingresado a la carrera gira en torno a las posibilidades de inserción en el mercado de trabajo: “Los jóvenes muchas veces me preguntan «¿esto tiene salida laboral?»; y yo rápidamente respondo que sí. Porque la industria de la maquinaria agrícola, altamente descentralizada, necesita de estos profesionales, tanto en la fábrica como en el campo”.
En este sentido, la experiencia de Pérez es ilustrativa: hacia el final del primer año de estudios, accedió a una pasantía de un mes y medio en CLAAS, durante la cual hizo diversos trabajos en los equipos de prueba y confeccionó reportes en las plantas de Ameghino y Oncativo. “De esa manera, accedí a mostrar mi perfil como trabajador y profesional; y cuando entregué mi currículum a la empresa 4 años después, se acordaban de mí, me dijeron que siempre me estuvieron esperando y que tenía trabajo asegurado”. Al reingresar a la empresa, tras un paso por el área de Mantenimiento General, Pérez fue designado responsable del área de ensamblado en la planta de Oncativo.
“En este aspecto, tenemos convenios de reciprocidad con muchas empresas, así como también con el INTA, la CAFMA y la Red Argentina de Tecnología en Poscosecha de Granos, entre otros”, explica Pollacino. “Las empresas nos apoyan con becas, capacitación, visitas a sus plantas, etcétera; y nosotros les ofrecemos personal calificado para sus fábricas”.
“En el caso de CLAAS, nos apoyan desde el primer año en que la carrera estuvo en funcionamiento. La empresa entiende, como me dijo su vicepresidente Reynaldo Postacchini, que el sector fierrero argentino necesita de este tipo de ingenieros”, afirma Pollacino y cierra la idea: “De esta forma, nosotros tenemos la oportunidad de recibir un muchacho vacío de estos conocimientos, y lo devolvemos al mercado con un alto valor agregado, algo que nos pone muy orgullosos”.