En horas de la mañana y de la noche, un cultivo de soja se trilla con 14% de humedad que, durante el resto del día, promedia el 12 o 13%. Este dato parecería trivial si no fuera porque esa variación genera una carga del motor en la cosechadora que se traslada a gastos de combustible. Así, un punto más o menos de humedad puede representar un 15% de diferencia en la rentabilidad.
Y es que existen factores poco atendidos que afectan los valores de labores como siembras, cosechas y pulverizaciones, capaces de representar hasta el 35% de las utilidades reales. Andrés Méndez, especialista del INTA Manfredi –Córdoba–, dio a conocer cuáles son esos costos invisibles, asociados directa o indirectamente a la maquinaria agrícola, en el marco del XXI congreso de Aapresid.
“Hay costos que se ven y hay costos que no se ven”, dijo Méndez al presentar un trabajo realizado por el INTA, el Ministerio de Agricultura de la Nación y la Federación Argentina de Contratistas de Maquinaria Agrícola (Facma), que asumió el desafío de establecer con claridad los precios de las labores vinculadas con este sector.
En la Argentina, alrededor de 20.000 contratistas siembran y cosechan aproximadamente el 80% de la producción nacional de granos.
“Muchas veces se cree que el único costo es el de la maquinaria agrícola y no se tienen en cuenta todos los demás, que realmente son muy importantes, porque representan entre el 30 y el 35% del costo final”, aseguró el técnico, quien añadió: “¿Por qué no se trabaja sobre un porcentaje de lo que rinde el campo? Porque el contratista no tiene que asumir el riesgo de la pérdida de un campo menos rentable por un mal manejo”.
Para Sergio Marinelli, contratista de la localidad santafesina de Venado Tuerto y docente de agricultura de precisión, “hoy realmente no se sabe cómo acomodar los números”.
Según su propia calificación, Marinelli es “un fierrero nato” y le resultó curioso explicar que “hoy, una cosechadora que antes valía 350 mil dólares, ahora vale 700 mil. Esto hace que tu máquina usada, cinco años después de haberla comprado, valga 100 mil dólares más. Eso no permite ser realista con los costos”.
En esta línea, el contratista afirmó que “no puedo prever un valor a cinco años porque no sé cómo estará el contexto. Sin conocer los costos reales, no podemos andar, ni saber qué tipo de descuento hacer, ni si le estoy arrancando la cabeza o le estoy regalando mi trabajo”.
Por esto, Méndez consideró que “con esta nueva información, el contratista puede basarse en un número de una entidad que analizó los costos y le ofrece una herramienta para fijar el precio de su servicio. Desde el INTA queremos contribuir a formar una interpretación de lo que está ocurriendo con los costos de siembra, cosecha o pulverización, porque es un punto crítico”.