El sector yerbatero argentino toleró el año más seco de la historia reciente. El INTA regional Misiones, desde noviembre del 2011 al pasado mes de septiembre, registró 907 milímetros de lluvia, casi la mitad de los 1728 milímetros de promedio que suelen caer en 11 meses de campaña. Nunca antes, desde 1967, la zona productora de yerba mate argentina acusó tanto el impacto de la sequía. Y de las heladas. Y de las heladas tardías. Sin embargo, no fue tan malo el año como anticiparon los medios. Por el contrario, los “secaderos” que acopian hoja verde y venden yerba mate “canchada” a la industria molinera, “zapecaron” más yerba mate que el año pasado.
El proceso de zapecado consiste en exponer la hoja verde de yerba recién cosechada a la acción del fuego en enormes tambores que centrifugan la materia prima a altísimas temperaturas. Luego, las hojas son zarandeadas y expuestas a un último secado en hornos rotativos que completan la deshidratación de dos terceras partes de la hoja. El resultado es la yerba mate canchada, lista para estacionar (no menos de 12 meses), triturar, moler y envasar para ser distribuida en paquetes en góndola.
Según el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), hasta el mes de agosto pasado, los primeros 8 meses del año fueron los “más productivos” de los últimos cinco años. Tal como lo había adelantado NEA RURAL, en números redondos, los secaderos acopiaron casi 638 millones de kilos de hoja verde de yerba mate solo entre enero y agosto, tras 8 meses de zafra, un 10% más que en igual período de 2011. Y cuando todo parecía indicar que 2012 sería recordado como el año de la zafra récord, las declaraciones juradas de los secaderos registraron una caída abrupta en el acopio de septiembre, el último mes de la zafra gruesa.
Solo en septiembre, en 2008 los secaderos habían comprado poco más de 90 millones de kilos; en los años sucesivos, declararon 81, 90 y 84 millones en el mismo mes del 2009, del 2010 y del 2011, a un promedio de 86 millones de kilos en septiembre. En 2012, en cambio, documentaron una reducción de casi el 50% de lo que habitualmente realizan en el mes de la primavera: 48.279.836 de kilos de hoja verde. Pese a la abrupta caída en la comercialización de septiembre, -el único mes donde se aprecia el impacto de la sequía histórica yerbatera- en total el sector movió 687.740.730,66 de kilos de hoja verde, 23 millones de kilos (3%) por encima de la campaña anterior, y a tan solo 5 millones de kilos de la campaña de 2010, la más alta de los últimos 5 años.
Los números sorprendieron a todos menos a los productores que no dudan que la razón involucra al Estado nacional. En marzo de 2012, el precio de la hoja verde de yerba mate registró un salto de casi el 90% entre campañas por autorización de Norberto Yauhar, Ministro de Agricultura de la Nación, facultado por Ley a “laudar” cuando el INYM no consigue unanimidad en el Directorio que lo compone. La decisión, -vale recordar-, despertó la especulación de la cadena comercial que limitó la provisión de yerba en góndola con su consecuente escasez y psicosis entre los consumidores. Para los secaderos ocurrió lo mismo: en 2012 vieron como el precio de la yerba “canchada” trepó a los $6.900 por tonelada, un salto del 110% en un año, ya que en 2011 la tonelada de canchada costaba $3.300.
Algunos industriales advertían que por acción de la sequía el sector no iba a garantizar la provisión de los 285 millones de kilos de canchada que la molinería nacional tritura y envasa por año. Los secaderos, en cambio, refutaron esa tesis. Pero advierten que los productores pudieron haber “sobre cosechado” los árboles para aprovechar la coyuntura de los buenos precios, pese a poner en riesgo la calidad de la materia prima.
Al fin y al cabo, por la razón que sea, Yauhar lo había sugerido en enero: hay que desdramatizar el impacto de la sequía. Por lo menos en el sector yerbatero, -para tranquilidad de los tomadores de mate-, vale decir que el año que se va no ha sido tan malo y, por el contrario, es un buen indicio de un 2013 con una oferta equilibrada. Para el INYM, yerba hay, hasta en la seca más grande de la historia.
Por Carlos Vedoya Recio. Periodista Agropecuario