Hace siete décadas, el mundo vivía el miedo de la conflagración. Soplaban vientos de guerra y había temor de que faltaran alimentos y sobre todo materias primas de origen agrícola para satisfacer necesidades estratégicas en tiempos bélicos. Pero también empezaba a tomar fuerza la convicción de que la agricultura era clave para el desarrollo y para la alimentación del mundo, y de que en los trópicos americanos había una enorme riqueza verde. Así nació lo que hoy es el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), con sede en Turrialba, una localidad rural costarricense, lluviosa y cálida.
Hoy, 70 años después, estamos celebrando este importante aniversario con legítimo orgullo y con la convicción de que tenemos por delante un futuro promisorio. Hemos trabajado en mejorar la agricultura y la vida rural, de la mano con nuestros países, y hemos acumulado una rica experiencia y un importante acervo de conocimiento sobre la agricultura de las Américas.
Cualquiera pensaría que una organización con 70 años podría estar envejeciendo, pero en nuestro caso somos hoy, más que nunca, una organización pertinente y moderna, y con mandatos renovados. Nuestros 34 Estados Miembros nos han encomendado impulsar un nuevo tipo de agricultura, una agricultura más sostenible, más competitiva y más inclusiva; nos han pedido impulsar la innovación agrícola con todos nuestros recursos humanos, técnicos y financieros. Por eso, en todos los ámbitos que tenemos a nuestro alcance, proponemos nuevos paradigmas para que, en efecto, la agricultura sea capaz de contribuir a solucionar los retos que inquietan en la actualidad a la comunidad internacional, como son la seguridad alimentaria y el cambio climático.
Los desafíos actuales son muchos más grandes que aquellos que buscaron solucionar los hombres visionarios que coincidieron en la creación del IICA. Hace 70 años, la presión sobre los recursos naturales no era tan descomunal; nunca como hoy resulta tan apremiante producir más en menos tierra y con menos agua, pues el crecimiento poblacional hace sonar tambores de alerta. Tampoco había entonces una preocupación como la que tenemos ahora por el clima y por las alteraciones que causamos con nuestros modelos de desarrollo. Aún no surgía la preocupación por el efecto de la agricultura sobre el ambiente o sobre cómo este la impacta también.
El IICA de hoy se esfuerza por crear no solo conocimiento sino conciencia sobre la importancia de tener una agricultura diferente, más sustentable pero a la vez más eficiente y productiva. Junto con nuestros países, apostamos a la innovación, a impulsar prácticas agrícolas tales como la siembra directa y la labranza de conservación, o los modernos sistemas de irrigación, la producción de bioenergéticos o el mejor uso de los avances de la biotecnología, para citar solo algunos ejemplos.
Porque nuestra región tiene una biodiversidad valiosísima, gran vocación agrícola y es una de las pocas que tiene países que aún pueden crecer expandiendo su frontera agrícola, vemos el futuro con optimismo. Somos optimistas de que esta nueva agricultura que impulsamos desde el IICA va a poder enfrentar retos tan colosales como el de duplicar la producción agrícola en los próximos 40 años, pero con realismo reconocemos que tendrá que hacerlo con menos superficie de tierra y con menos recursos naturales, y también –y esto es muy importante– con consumidores más exigentes y más informados. Para que, como humanidad, tengamos éxito deberemos hacerlo poniendo en práctica todo ese conocimiento científico que hemos ido generando en los últimos años. Deberemos hacerlo de una manera responsable, con mucho mayor cuidado de los suelos, con un uso adecuado del agua y con un uso muchísimo más inteligente de los agroquímicos; poniendo, en fin, en manos de los productores una serie de tecnologías que les permita ir al encuentro de las soluciones a los problemas que tanto nos inquietan.
Fundamental es tener presente que en la construcción de la seguridad alimentaria, no todo es incrementar los rendimientos. La pobreza es un obstáculo que debe ser removido para lograr dar seguridad alimentaria a todos. De los 1 400 millones de personas que viven en la pobreza en el mundo, 1 000 habitan en las zonas rurales. Al mismo tiempo, el mayor potencial para reducir la pobreza estriba en mejorar tanto la productividad agrícola como el empleo rural. Es urgente aumentar la inversión en la agricultura, acompañada de políticas públicas que incentiven la producción incluyendo a los productores más pobres.
En este 70 aniversario de vida institucional, el IICA está utilizando su historia como una plataforma desde la cual avizorar el futuro y también para agradecer a quienes desde el Instituto, a lo largo de todos estos años, se han comprometido con el fortalecimiento de la agricultura y con el desarrollo rural. Aun más importante, hacemos propicia la ocasión para reconocer la labor de millones de hombres y mujeres que cultivan nuestros campos y tienen en la agricultura su forma de vida.
Por Víctor M. Villalobos. Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)