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Distribuir la pobreza

Se sabe que nadie va a trabajar a pérdida, de la misma forma que, excepto el Gobierno, todo el mundo razona que lo único que se puede distribuir es la riqueza.

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Después de la pésima experiencia con la carne, donde a partir de las permanentes intervenciones en el mercado desde 2005 se terminó perdiendo casi una cuarta parte del rodeo, los consumidores pagan ahora precios extraordinarios que hicieron que retrocediera más de 12 kilos por año el consumo de este alimento básico, y la Argentina casi desapareció del mercado de exportación mientras el resto de los vecinos crecieron. Y ahora, es el momento de comprobar los resultados de las políticas aplicadas en otros productos.

Y, tanto el trigo como las frutas, y probablemente también la leche, van en el mismo camino.

Se sabe que nadie va a trabajar a pérdida, de la misma forma que, excepto el Gobierno, todo el mundo razona que lo único que se puede distribuir es la riqueza. Nunca la pobreza.

Ahora bien, debido a las distintas intervenciones que se instauran desde el Gobierno (cierres de registros de exportación, Roes, precios máximos/sugeridos/administrados/controlados -siempre con órdenes verbales, nunca escritas-, etc.) los productores primarios vienen perdiendo montos extraordinarios que se acumulan por sobre las ya voluminosas retenciones.

Así, mientras estas le permitieron a la Administración K “cosechar” más de US$ 60.000 millones desde 2003, sólo por los desfases en las cotizaciones de trigo en las 3 últimas campañas, los productores dejaron de percibir más de US$ 1.000 millones adicionales que, si bien no los recibió el Gobierno, quedaron en algún lugar de la cadena que, en general, tampoco fue al consumo. Lo mismo ocurre en maíz o en leche donde, además, se llegaron a aplicar los famosos “precios de corte”, impidiendo que internamente llegaran los beneficios de las subas internacionales.

Ahora bien, esos no son los únicos problemas de producir. También periódicamente falta combustible en el interior lo que hace “saltar” los precios más allá de lo oficialmente admitido, situación que probablemente se agudizará este año debido al déficit nacional de energía.

También, y teniendo en cuenta que se trata de una actividad tecnológicamente de avanzada, las crecientes restricciones que se vienen imponiendo a las importaciones determinan problemas cada vez mayores. De hecho, hay maquinarias que no se fabrican en el país y no se dejan entrar, pero tampoco los repuestos de las que ya ingresaron. Así, si se rompen, deben quedar tiradas en algún galpón hasta nuevo aviso.

Lo mismo ocurre con fertilizantes fosforados y los especiales para actividades más intensivas (en Argentina se producen los nitrogenados), agroquímicos (herbicidas e insecticidas) y con cantidad de equipos, aparatos e insumos que ahora no pueden ingresar debido a la necesidad oficial de mantener superávit comercial. Desde ya, la forma más fácil que se les ocurrió es “cerrando” el grifo a las compras en lugar de aumentar más las ventas.

En medio, los costos de producción, incluso medidos en dólares, siguen subiendo, lo que saca cada vez más de competencia a los productos nacionales, incluyendo los únicos competitivos que realmente tiene el país, como son los agroindustriales.

A esta altura, hasta el más desprevenido le resultará obvio que los resultados productivos no pueden sino retroceder, aunque en algunos casos las condiciones y precios internacionales los harían más que factibles. El caso más emblemático es el de la famosa Cuota Hilton, de cortes de carne vacuna de gran calidad, que ingresa a Europa sin prelievos, por lo que su valor es extraordinariamente alto (5/10 veces más que el promedio), y que el país va a incumplir este año por quinta vez casi consecutiva debido a que, directamente, no hay hacienda para abastecer las codiciadas 29.000 toneladas y, además, los funcionarios demoran tanto en asignar los cupos que finalmente no se pueden cumplir.

Parece una ironía. Faltan divisas y se impide exportar; hay que crecer pero se prohíbe ingresar los insumos para hacerlo; se dice que se defiende a los consumidores pero  se los obliga a pagar cada vez más caro por los alimentos; se sostiene que se trabaja para los pequeños y medianos productores/empresarios/ comerciantes pero cada vez se concentran los negocios en menos manos…

Difícil de entender una ecuación en la que hay que distribuir bienes cada vez más escasos, porque su producción es poco atractiva, cuando no directamente de nula rentabilidad, y pretender que ese sea un esquema de “crecimiento” sano y genuino.

Lo dicho, lo único que se puede distribuir es la “riqueza”, y para eso hay que generarla…

*Periodista agropecuaria

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