Para sostener dicha afirmación analicemos lo que paso en los últimos años, las perspectivas futuras y que hicieron nuestros competidores. En las últimas décadas aumentó fuertemente el consumo mundial de carnes, especialmente en los países en desarrollo y en particular en el este y sudeste asiático.
Las perspectivas de crecimiento, en particular en los países emergentes, junto con la brecha todavía existente en el consumo de carnes entre países desarrollados y en desarrollo, permite esperar que esta tendencia continúe y se profundice (la OCDE espera M 3.200 de miembros en la clase media mundial, para 2020).
La Argentina no es actualmente un jugador principal en los mercados de carnes, aunque sí lo es en los mercados agrícolas -como ocurre con el maíz y la soja- y en el de biodiesel. Las principales potencias en producción de carnes son también potencias maiceras.
En efecto, cuatro potencias ganaderas representan el 73,9% de la producción de maíz y el 66,8% del consumo. Comparando producción y consumo, la participación respectiva es la siguiente: Estados Unidos 40,5 y 34%; China 19,7 y 19,3%; Unión Europea 6,9 y 7,8% y Brasil 6,8 y 5,7%.
La Argentina podría duplicar su producción de carnes en 10 años, con incentivos adecuados y una inversión total de MU$S 7.500, un 41% de la cual podría absorberse con el ahorro de costos de transporte y comercialización que se genera al utilizar el grano internamente en lugar de exportarlo. Adicionalmente, el maíz y la harina proteica empleados en la producción de las tres carnes (vacuna, porcina y aviar), no pagan derechos de exportacion o al menos no tributan las alícuotas elevadísimas que le corresponden a la materia prima. No hay base gravable para retenciones, si la carne se vende en su totalidad en el mercado interno.
El mundo demanda carnes, y Argentina puede aprovecharlo.
La Argentina no juega actualmente un rol importante en el abastecimiento de la creciente demanda de carnes. Nuestro consumo interno de más de 110 kg por habitante de las tres carnes deja poco saldo exportable (principalmente carne vacuna).
En contraste con este pobre rol en el mercado de las carnes, nuestro país sí es importante como potencia sojera (una de las tres grandes del mundo) y maicera (segundo exportador mundial). La soja se produce, entre otras razones, para generar proteínas vegetales (45% en la harina) y éstas, como harinas o pellets, se exportan en su gran mayoría a países que las transforman en carnes (ejemplo: los de la Unión Europea). El aceite (18% de la molienda) se destina al consumo interno y esencialmente se exporta o se transforma en biodiesel, en el clúster aceitero de Rosario.
A partir de la demanda de etanol, se está organizando en Argentina una nueva industria local. En la transformación de maíz en etanol, algo menos del 40% es combustible y el resto es un alimento de alta calidad proteica y energética (DDGS, o sea, granos secos de destilería con solubles) que se destina a la alimentación de ganado, para carnes y leche.
Así como la devaluación y el ímpetu empresarial de sectores industriales concentrados permiten explicar la expansión brasileña (un milagro que llevó menos de diez años), hoy se combinan en La Argentina programas de promoción a los biocombustibles, principalmente para el mercado interno, con la expectativa de muy buenos precios para la carne vacuna en los próximos seis a siete años y la fortaleza del Real, que frena o al menos dificulta la expansión brasileña.
Duplicar la producción en diez años significa algo más del 7% anual acumulativo. Es una tasa poco menos que “china” y perfectamente alcanzable. Deben existir muy pocos proyectos productivos en la Argentina, que puedan ofrecer un aumento de MU$S 12.000 a 15.000 de exportaciones, a diez años, considerando sólo el negocio de las carnes.
La base principal para concretar una propuesta de producción de carnes sustentable es definir el marco institucional mínimo (políticas de estado) para darle previsibilidad a quienes tienen que invertir a largo plazo. Así se podrá aumentar la producción y la exportación de proteínas animal para abastecer la creciente demanda mundial.
El desafio es demostrar con dicha propuesta que cuanta mayor cantidad exportemos mejor vamos a abastecer los mercados internos en materia de calidad y precio. El fantasma de la seguridad alimentaria se termina cuando destrabemos todas nuestras capacidades de producción y de exportación.
Los dirigentes ganaderos siguen hablando solamente de propuestas de producción de carnes vacuna, sin darse cuenta que cuando exista una política para duplicar la producción de proteínas animal vamos a poder ser exportadores confiables nuevamente de carne vacuna y exportar el 50% de nuestra producción. Solamente hay que analizar que los grandes exportadores de carne vacuna son también productores y exportadores de carnes de ave y de cerdo. Esta acción complementaria –granos más carnes- es una de las bases principales para promover un desarrollo moderno en clúster regionales integrando al complejo agroindustrial con los otros sectores de la economía.
Ante esta nueva oportunidad de que argentina sea una potencia mundial en producciones de carnes, es fundamental definir el siguiente marco mínimo institucional que necesitamos:
1. Prohibir, mediante una ley, que los gobiernos puedan intervenir en el negocio empresario.Esto fue lo que hizo Uruguay para concretar la actual política de carne que le permite crecer sostenidamente aumentando las exportaciones a los países de mayor poder adquisitivo los cortes de mayor valor, y simultáneamente atender el consumo interno sin reducir su consumo.
2. Un único estándar sanitario para todas las plantas de faena. Transparentar el mercado de las carnes es un objetivo prioritario para que exista una sana competencia y de esa forma atraer las nuevas inversiones que necesita toda la cadena.
3. Un sistema de comercialización por cortes para aprovechar al 100% la media res.De esa forma se atiende en forma competitiva las diferentes demandas por zona y por poder adquisitivo, optimizando los costos de los fletes.
4. Un sistema mínimo de trazabilidadque responda a los estándares internacionales y profundizar la campaña sanitaria para ser declarado país libre de aftosa sin vacunación.
5. Atender la agricultura familiarpara arraigarlos a su tierra sin castigar al emprendedor.
6. Un sistema universal para atender la seguridad alimentaria de los habitantes que están debajo de la línea de pobreza. Asegurarse de que todos puedan acceder a su cuota básica de proteínas. Pero esto no implica que haya que subsidiar la carne a los 40 millones de argentinos.
Como primera conclusión diría que una política de carnes moderna necesita estar incluida en un plan nacional de crecimiento y desarrollo, con una visión estratégica para el arraigo en todas las regiones del país. Para el desarrollo de la ganadería con la actual situación internacional y los actuales precios no precisamos ningún plan patrocinado por el estado. Se necesita que el productor reciba los precios de mercado y que le permitan trabajar en libertad y con dignidad.
La meta no debería ser volver a comer 72 kg de carne por persona. Un consumo de 50 kg de carne vacuna y 38 kg de ave como estamos consumiendo actualmente y completado con 20 kg de cerdo es una dieta más que razonable de proteína animal. De esa forma podemos concretar la meta principal de exportar el 50% de la producción de carne bovina en forma sostenible y desarrollar un mercado a futuro en donde se arbitren todos los participantes de la cadena para darle previsibilidad a los precios de las materias primas para abastecer el mercado interno y la exportación.
Hay que repensar el país y volver al federalismo que determina nuestra constitución. La argentina tiene un potencial dormido en el sector agropecuario y en el interior, que hay que despertar con políticas de estado que den previsibilidad al emprendedor para potenciar la Argentina.
*Consultor agropecuario