El gobierno griego tiene el mismo dilema que la Argentina en el 2001. Tiene que optar entre bajar el gasto en términos nominales (intento de López Murphy en 2001) o ir a una devaluación (enero de 2002 en el país). El problema de Grecia es que para poder devaluar tiene que abandonar el euro y volver a su antigua moneda la dracma. La idea sería devaluar y de esa forma licuar el gasto público con una llamarada inflacionaria.
Ahora bien, curiosamente, luego de casi 10 años desde que abandonamos la convertibilidad, la Argentina no tiene una situación igual a la de Grecia, pero podríamos señalar que hay algunas similitudes. Por ejemplo, el gasto público se ha disparado. Ya tenemos déficit fiscal y el dólar caro de 2002 ya no existe. Hoy el tipo de cambio real para el exportador de soja es más bajo que en la convertibilidad en valores constantes y los precios en dólares en la Argentina son tan caros como en la convertibilidad o más, por ejemplo, el metro cuadrado de construcción está más caro que en la convertibilidad. Otro de los problemas que hay que resolver son los gigantescos subsidios al transporte y la energía. No sólo disparan el gasto público sino que, además, generan un problema en el sector externo. Las importaciones de combustibles es el rubro que mayor aumento registra producto de una espantosa política energética. Por eso el Gobierno decidió frenar las importaciones. En primer lugar porque el dólar cada vez más barato en términos reales aumenta las importaciones. En segundo lugar, porque con un dólar barato y estímulo artificial del consumo crecen las importaciones. Y, en tercer lugar, por el mencionado tema de los combustibles. Al subir las importaciones y las exportaciones aumentar más lentamente sólo por efecto precio de la soja, se achica el saldo de balance comercial. Al bajar el saldo de balance comercial hay menos dólares disponibles y al haber menos dólares disponibles, la fuga de capitales puede superar el saldo de balance comercial y generar más tensiones que las actuales en el mercado de cambios.
Pero hay otro problema que prácticamente no se comenta y es el serio problema patrimonial que está teniendo el BCRA. En efecto, en enero de 2010 el BCRA tenía en su activo letras intransferibles del tesoro por $ 36.243 millones. Son títulos que no puede vender y vencen a partir de 2016, 2020 y 2021. Al 7 de abril último, el stock de letras intransferibles del tesoro en poder del BCRA llegaba a $ 105.000 millones. Es decir, el BCRA le entregó reservas al tesoro para que pague la deuda pública y el tesoro le dio al BCRA títulos intransferibles que vencen en 2016, 2020 y 2021.
Desde el punto de vista patrimonial, el BCRA reduce sus reservas y aumenta su tenencia de títulos intransferibles del tesoro. En otros términos, reduce la calidad de su activo. Al mismo tiempo, aumenta su pasivo emitiendo moneda y títulos del BCRA.
Pero aquí no termina la historia, porque el BCRA también le prestó dinero al tesoro bajo el concepto de adelantos transitorios, que en la práctica más que transitorios son permanentes. Aquí tenemos otros $ 46.000 millones. Es decir, el BCRA se está llenando de letras del tesoro, que a juzgar por su situación fiscal ya es un insolvente, a cambio de las reservas que le entrega. Si sumamos, en forma muy optimista y siendo benignos con el balance del BCRA, letras intransferibles y adelantos transitorios al tesoro, el Central tiene en su activo aproximadamente unos $ 150.000 millones que le debe el tesoro. Si consideramos que estos títulos que le entregó el tesoro al Central tienen un valor cercano a cero, porque no se pueden vender y difícilmente alguien los compraría a su valor nominal, tenemos que técnicamente el BCRA tiene patrimonio neto negativo. En efecto, en su balance del 7 de junio muestra un patrimonio neto de $ 42.300 millones. El problema es que si bajamos del activo esos $ 150.000 millones que el tesoro le debe al Central, el patrimonio neto queda en rojo furioso.
En mi opinión estamos asistiendo a un descalabro patrimonial del Central para financiar al tesoro para que el Gobierno pueda mantener su política populista de alto gasto público.
Dejo liberada a la imaginación del lector cómo puede terminar esta historia de aumentar el gasto público, quitarle las reservas al Central, llenarlo de papeles invendibles y, encima, emitir moneda al 40% anual.
Sí, como diría Mafalda: ¡Otra vez sopa!
* Consultor agropecuario