Creo que el mérito del neologismo ‘rentivorismo’ se le debe atribuir al ex ministro de Agricultura de Uruguay y potencial candidato a presidente para suceder a Tabaré Vázquez, José Mujica.
Pero más allá de si es o no el creador del término, el concepto detrás de él ajusta muy bien a nuestra situación económica, sobre todo a la oportunidad que tenemos como sociedad.
Lo bueno de estar en Rosario (escribo estas líneas desde el congreso de Aapresid) es que ésta es sin duda la capital de la agricultura argentina, y hay un capital intelectual de tal calidad en esta reunión, que uno puede someter sus ideas a la prueba ácida de quienes están en el día a día del negocio agrícola.
Sacábamos las cuentas este miércoles que los costos directos de hacer soja en la pampa húmeda, excluida la cosecha y gastos de comercialización, pueden rondar (con toda la furia) los $1.000 por hectárea esta campaña, excluido por supuesto el arrendamiento.
Con un precio de la soja en torno de 900 $/t, descontándole un 20% de gastos de comercialización y cosecha, con un rinde de 35 quintales, el ingreso por hectárea ronda los $2.500.
Tomando el concepto de valor agregado como valor bruto de la producción menos los costos directos (o insumos), podemos decir que el agricultor multiplicó por 2,5 su inversión inicial.
En verdad, el truco de no contar el arrendamiento en este cálculo es que justamente esta renta está muy vinculada a un factor cada vez más escaso en el mundo: las tierras agrícolas.
Es la concepción que tenía David Ricardo hace ya más de 200 años.
Tener tierras significa la posibilidad de instalar allí máquinas de transformación de energía solar, dióxido de carbono, agua y algunos elementos minerales en carbohidratos y proteína, la forma de energía que utilizamos los animales para vivir. Son las plantas, que en su versión domesticada por el hombre corresponden a los cultivos agrícolas.
Volviendo a nuestro agricultor de la pampa húmeda, dueño del campo, disponiendo él de $1.000 para sembrar soja, obtiene un producto valuado en $2.500. De ahí tiene que descontar gastos de estructura, impuestos, etcétera y obtiene su renta.
Ahora bien, ¿adónde va esa renta? Hay varias vías. Una es la reinversión en la misma actividad. Tomar campos alquilados, comprar un tractor, hacerse silos, comprar una fumigadora, etcétera.
Otra es la del consumo. Cambio del auto, refacción de la casa, viajes, mejora del estándar de vida en líneas generales.
También se puede dar una tercera, que son las inversiones que den más renta, por ejemplo comprar propiedades o construir oficinas para alquilar, por mencionar dos alternativas.
Por supuesto, cualquiera de estas dos últimas vías derrama economía. Mueve a los contratistas de obras, materiales de construcción, concesionarias de autos, gastronomía, turismo.
Pero cuando la renta se corta, sea por lo que fuere, estas actividades tributarias se paran en seco. Fue lo que pasó durante el conflicto agropecuario o lo que podría pasar frente a una crisis de rentabilidad por causas exógenas.
Pero hay una cuarta vía, que es la reinversión productiva. El gran salto hacia delante que tenemos que dar como sociedad, colocando esa renta en producción de mayor valor agregado.
Esta vía significa volcar la renta en producir ovoproductos, carne de pollo, cerdos, chacinados, productos de la molienda del maíz, del trigo o del sorgo, acuicultura, alimentos, o diversificando en productos frescos de altísimo valor (frutas y hortalizas).
Como sociedad estaríamos creando nuevas y mejores oportunidades para nuestros trabajadores y profesionales. Además, como economía no estaríamos dependiendo de una sola renta, que hoy es la que proviene de la agricultura.
Si en un momento se pudo decir que la deuda externa se podía pagar con un par de cosechas, con una agroindustria desarrollada podremos decir que también se podía pagar con dos faenas de aves o tres de cerdos o de novillos.
El punto es sostener desde las políticas públicas el estímulo a que la renta que se vuelca al consumo, el rentivorismo del que hablaba Mujica, se direccione hacia el desarrollo, y como sociedad apoyar y defender a quienes toman este camino.