El conflicto del campo pegó en la línea de clivaje del modelo político y económico del Gobierno y el país todo entró en un remolino de pérdidas de expectativas.
Hasta un malabarista chino sabe que no puede seguir agregando indefinidamente platos que giren en sus manos.
Y el Gobierno, que ya tenía varios de ellos girando ‘llámense inflación, caída del tipo de cambio real, déficit de energía, etcétera- termina perdiendo el equilibrio, cayéndose al suelo y haciendo estrellar los platos, cuando quiso seguir indefinidamente metiendo retenciones a la producción agropecuaria, y encima móviles.
Una lista de emergentes apareció con la crisis del agro:
a) Inflación. Ahora se habla de una expectativa de 30% o más. Hasta los economistas “pro modelo” como Eduardo Curia dicen que hay que corregir y advierten sobre el riesgo de la inflación.
b) Tipo cambiario. Se hizo evidente que la inflación acumulada limó las ganancias de la devaluación y más para el agro, donde la retención genera un tipo de cambio real inferior al de 2001. Salva, medianamente y por ahora, los buenos precios de los granos. “Es el tema de fondo”, dijo Curia. En paralelo, industriales piden devaluar más y salen versiones de desdoblamiento cambiario.
c) Interna K. El modelo de “doble comando”, que tal vez nunca llegó a ponerse en práctica, termina de estallar con las peleas entre funcionarios reflejadas en los medios.
d) Energía. “No hay gasoil” es un cartel cada vez más frecuente en las estaciones de servicio. Además, precios diferenciales: mucho más caro en el interior que en la ciudad de Buenos Aires y GBA.
e) Déficit fiscal. Ahora resulta ser que no había un peso, a pesar del superávit gemelo. ¿Podrá en ese contexto mantener el Gobierno su política de compensaciones a la agroindustria?
Escribimos en estas páginas que mantenerla en 2008 significaba un costo por arriba de los $4.000 millones.
Por otra parte, acaba de agregar reintegro de retenciones a los pequeños productores de soja y girasol, y compensación de fletes. De ahí que no se descarte una suba en los precios de abastecimiento, que reduzca el monto a compensar a la agroindustria.
f) Finanzas provinciales. Los gobernadores salen a pedir coparticipación de las retenciones. Es el viejo (histórico) pleito por la recaudación de la Aduana, que siempre enfrentó a Buenos Aires con el interior. Hay que entender que las retenciones, que como bien dijo Lavagna son un impuesto “imperfecto” de Ganancias, le erosionan al contribuyente la renta, que va a parar al Tesoro Nacional, y además en forma no coparticipable.
Si se sustituyera eventualmente por uno a la tierra, ese dinero quedaría en las provincias, pero difícilmente la Nación quiera eso.
Por otra parte, coparticipar las retenciones significaría, si aún queda alguna esperanza de que algún día caigan, su eternización.
La cuestión es que el tiempo se acaba y nadie es capaz de vislumbrar la evolución del conflicto.
Lo que menos dudas genera es que el Gobierno redoblará la apuesta y se abroquelará en torno de sí mismo.
El punto es el siguiente: es factible que el triunfo de Cristina en 2007 haya tenido que ver con la percepción de que la economía iba más o menos por un buen rumbo y entonces se apostó a la continuidad.
Pero si esa economía se derrumba, entonces corre riesgo el proyecto político del kirchnerismo.