Es factible que, sin darnos cuenta, estemos ante un cambio de paradigma, del cual todavía no podemos tener una dimensión precisa.
La semana pasada contábamos en estas páginas de Infocampo del taller que el Dto. de Agricultura de los Estados Unidos organizó en ese país, y del cual participó un grupo de argentinos, entre ellos el gerente de Maizar, Martín Fraguío.
Esta semana conversamos in extenso con Martín sobre la visión de faros largos en este gran tema que es la agricultura, ya no como productora de granos, sino como administradora de la energía solar incidente.
Cómo es esto.
Alguna vez planteé en esta columna que puede decirse que quien arrienda un campo en verdad lo que hace es comprar energía solar incidente en esa superficie, las lluvias que allí caigan y un sustrato para arraigar el cultivo.
Todo lo demás, incluso el agua, puede ser puesto por la mano del hombre.
Hasta ahora, esa energía solar la humanidad la utilizó para convertirla en carbohidratos y proteínas vegetales, gracias al proceso de fotosíntesis de nuestras socias, las plantas.
De no contar con las plantas, para aprovechar la energía solar deberíamos recurrir a paneles solares, generadores eólicos o algún otro dispositivo que permita transformar esa fuente de energía en una aprovechable por nosotros.
Hasta ahora, también, esa energía captada por las plantas ha sido utilizada para la alimentación humana, sea en forma directa, como es el grano de trigo que se convierte en pan o fideos, o indirecta, como el grano de maíz o soja que se convierten en pollos, cerdos o vacas.
Hoy este concepto está cambiando. Contaba Fraguío acerca de un grupo de productores que han montado su planta de etanol (allá suelen organizarse asociativamente para tener estos emprendimientos en escala).
Lo destacable del caso es que para generar la energía que requiere la planta, estos farmers han apelado a un proceso de pirólisis de la celulosa, lo cual los vuelve prescindentes de la energía eléctrica de la red.
Lo mejor es que el insumo que utilizan son los rollos de rastrojo, que pasan a tener un valor más que interesante para el producto rural.
Es decir, que estos productores ya no sólo venden el grano como producto de la captación de la energía solar, sino también la celulosa contenida en el rastrojo.
La única pregunta acá es cómo balancear el aporte de carbono al suelo con su venta a la planta de etanol.
Pero la realidad es que el negocio rural comienza a pasar por cómo capturar mejor la energía solar incidente. Tanto es así, que relataba Fraguío que a este taller, del cual participaron especialistas de todo el mundo, fueron genetistas de los Estados Unidos, para contar cómo estaban trabajando para lograr plantas más eficientes en la conversión energética.
Y ya no se trata de arquitectura de la planta (para cerrar antes el surco, para logra mayor impacto de la radiación incidente), sino para ampliar mejor el uso del espectro.
Aunque parezca ciencia ficción, lo que dicen es que la planta ideal sería de color negro, porque nuestros vegetales de hoy no aprovechan la energía contenida en el espectro del verde. Más todavía. Estos genetistas están viendo cómo hacer para que las plantas aprovechen la banda del espectro infrarrojo y ultravioleta, para no desperdiciar nada.
En la facultad nos enseñaban que había dos tipos de plantas, las de Carbono 3 (por caso los cereales de invierno) y las de Carbono 4 (el maíz, el sorgo). Estas últimas son mucho más eficientes en la conversión de la energía solar a fotosintatos. Y un dato curioso: a mayor concentracion de dióxido de carbono en la atmósfera más eficientes son las C4, por tanto el efecto invernadero puede ser positivo para ellas. En síntesis. La agricultura del futuro podría abordarse como la captación de la energía solar incidente, gracias superplantas más eficientes.
Después viene la cuestión de a qué forma de energía la destinamos. Pero con lo que tecnológicamente puede dar la humanidad, seguro que no habrá incompatibilidad.
JAVIER PRECIADO PATIÑO | jpreciado@infocampo.com.ar