Administra unas 1.500 hectáreas entre dos empresas (una a su nombre con la que siembra 500 ha y otra con una Sociedad Anónima en la que trabaja con 1.000 ha) en campos alquilados en distintas zonas de Córdoba, fundamentalmente Falda del Carmen y Malagueños (al oeste y sur de la provincia). A pocos minutos de abrir el diálogo con Infocampo, José María Borleto ya brinda la coordenada que guía su forma de trabajo: “El tema clave en el centro de Córdoba es la rotación y aquí, donde generalmente se hace 4 de soja y 1 de maíz, nosotros para cuidar el suelo preferimos la combinación 2-1”.
En la rotación de maíz-trigo-soja en la que se distribuye 33% de maíz y 66% de soja, sobre la cual hace un 20% de trigo. No obstante, la última campaña no hicieron trigo porque la humedad de Córdoba no lo permitió (ya en 2005 no se cosechó el trigo porque las pérdidas fueron totales).
Borleto considera que la ecuación de costos, con una soja de u$s 200 y un maíz de u$s 120, da una rentabilidad positiva. “Complicado era hace dos meses, que estábamos al borde del abismo, con una soja a u$s170 pagando alquileres de 14 qq/ha (Marcos Juárez)”, indicó el ingeniero socio Aapresid, quien considera que “el precio de la tierra ha sido el gran cambio que ha habido en los últimos cinco años” porque “casi ha triplicado su valor”.
Fertilización. El maíz se fertiliza primero en base a un análisis de suelo de todos los lotes, pero genéricamente ponen entre 80 y 120 kg de fosfato diamónico (FDA) al costado de la línea de siembra, “aunque haya fósforo, porque el maíz es muy exigente”. También 200 litros de UAN (nitrógeno al 32%) colocado con la fumigadora (chorreado) cuando el cultivo está entre 7 y 10 hojas.
En soja si el fósforo está por debajo de 20 partes por millón (ppm) se le pone entre 50 y 70 kg de una mezcla de 87 unidades de fósforo, 6 de nitrógeno y 7 de azufre a la siembra. “Le ponemos N en soja porque las mezclas vienen así porque el N ayuda al arranque”, explicó Borleto. Por arriba de 20 ppm, se ponen entre 30 y 50 kg de la misma mezcla.
Protección. Para enfermedades de fin de ciclo en la soja (EFC) ponemos fungicidas entre R3 y R4. Normalmente se hace en toda la soja de modo preventivo, haya o no haya infecciones. “El costo para este tipo de aplicación es de dos quintales de soja más el trabajo de aplicación y la recuperación del rinde es un poquito más que el gasto, pero lo importante es que previene enfermedades que pueden traer consecuencias más graves y dan un grano de mejor calidad, algo que para semilla es imprescindible pero también para la industria”, explicó Borleto. Además, en toda la soja se hace control integrado de malezas y plagas.
En lo que respecta a los rindes, teniendo en cuenta que son cultivos de secano y que alrededor de 400 ha sufrieron una granizada que las dejó en 1.500 kg, la última campaña el promedio estuvo por debajo de la media nacional (2.600 kg/ha) con 2.200 kg. El maíz también se vio afectado y rindió alrededor de 6.000 kg de promedio.
“Tenemos rindes por debajo de los nacionales por el lugar, porque tenemos un equilibrio negativo de lluvias y siempre falta agua en pleno verano”, explicó Borleto. Desde octubre a febrero se necesitan 500 mm, pero en la zona, generalmente tienen entre 450 y 460 mm.
Borleto también destaca la importancia (“fundamental”) de la amplitud térmica, porque si a la noche la temperatura es muy baja favorece que el cultivo se refresque; esto se da en el centro de Córdoba.
Forward. La metodología que sigue Borleto respecto de los futuros es asegurar contratos escalonados de unas 200 t cada vez, diversificando riesgos al vender un 50% forward y la otra mitad según las necesidades financieras. Esta campaña cerró las primeras 200 t de soja a u$s180, luego vendió a u$s195 y ahora espera otra subida. En maíz vendió solamente unas 200 t a u$s115 y quiere vender otro tanto a u$s125, si llega.
Juan Ignacio Martinez Dodda
jdodda@infocampo.com.ar
