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A este paso, pronto será delito sembrar soja

Primer acto. Un grupo de no más de cien personas realiza un escrache en la puerta de Mercosoja 2006 al grito de âNo al Modelo Sojero Genocidaâ. Segundo acto. El portón de ingreso de la semillera Relmó, una empresa familiar argentina dedicada al mejoramiento genético de la oleaginosa desde los 60, en Rosario, aparece con... Read more »

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Primer acto. Un grupo de no más de cien personas realiza un escrache en la puerta de Mercosoja 2006 al grito de âNo al Modelo Sojero Genocidaâ.

Segundo acto. El portón de ingreso de la semillera Relmó, una empresa familiar argentina dedicada al mejoramiento genético de la oleaginosa desde los 60, en Rosario, aparece con pintadas en contra de la soja.

Tercer acto. El profesor Guillermo Flichman escribe en Página/12 que habría que aumentar las retenciones de la soja para que los productores se vuelquen a la siembra del trigo y entonces así aumentar la oferta para el mercado interno del cereal (se cuida de plantear una baja de las retenciones del trigo).

Cuarto acto. Distintos legisladores expresan su preocupación por el monocultivo de la soja en la Argentina y hasta presentan proyectos para crear comisiones de seguimiento (caso Santa Fe).

¿Se viene un quinto acto donde se tipifica como delito penal el cultivo de la soja en la Argentina?

Es una ironía, sin duda, pero realmente llama la atención cómo distintos intereses van concurriendo con la intención de matar a la gallina de los huevos de oro del campo en la actualidad.

Como actividad económica que es, al igual que el comercio, los servicios o la industria, la producción agropecuaria fue orientándose a lo largo de dos siglos de vida independiente como país en función de las señales del mercado, sean internas o externas.

En un tiempo fue la ganadería de la mano del saladero. Más tarde las ovejas, posteriormente los cereales y ahora, las oleaginosas.

El éxito de la soja se explica por la combinación de factores de mercado (demanda china), tecnológicos (resistencia a glifosato y siembra directa) e institucionales (uso propio de la semilla, glifosato genérico). Al respecto, en un intercambio de correos electrónicos, el profesor de la U. de Missouri, Raymond Massey, me comentaba que allí la bolsa de semilla de soja RR de 22,5 kg cuesta entre 30 y 36 dólares, mientras que en nuestro país la de 40 kg ronda los 16 a 18 dólares. Respecto del glifosato, el valor de una segunda marca en ese mercado, con 41% de concentración, ronda los 5,2 u$s/l mientras que en nuestro país, los chacareros pagan 2,15 u$s/l, con 48% de concentración.

Por eso, hay quienes piensan que toda la batería de subsidios del gobierno de los EE.UU. tiene como beneficiario indirecto a los proveedores de insumos, más que a los productores.

Los chacareros argentinos han encontrado en la soja el cultivo que les provee rentabilidad, a pesar de que reciben un 23,5% menos del precio. De ahí que hoy una de cada dos hectáreas en nuestro país se siembren con esta oleaginosa. El día que las circunstancias favorezcan al maíz o al trigo, la ecuación de siembra se volcará hacia esos cultivos. En cuanto a la sustentabilidad, era mucho mayor el problema en el pasado, sin soja y con labranza convencional que hoy con la oleaginosa y la siembra directa.

Dos cuestiones más sobre este último punto: Tiempo atrás decía Martín Díaz Zorita que, en planteos de alto rendimiento de soja, los efectos de falta de cobertura y pérdida de materia orgánica se podrían atemperar sustancialmente.

Por otro lado, el ingeniero Guillermo Berra está probando con el sorgo como cultivo de cobertura otoñal, para aportar todo el carbono que le faltaría por la ausencia de rotación con gramíneas.

Entonces, favor de dejar la soja en paz.

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