En la apertura, el titular de la entidad bursátil, Federico Boglione, recordó que la “agroindustria representa el 45 % del valor agregado de la producción nacional de bienes, el 36 % del total de empleos y el 56 % de las exportaciones del país” y aclaró que el espíritu del encuentro “involucra no sólo la producción primaria, sino un complejo entramado que vincula la producción de insumos y tecnología, las industrias alimenticias y una amplísima gama de manufacturas de origen agropecuario o de bienes destinados a él, como así también la comercialización, el transporte y un sinnúmero de servicios asociados”.
La educación, la investigación y la biotecnología fueron temas centrales de la jornada y estuvieron a cargo de los expertos Alejandro Mentaberry, Fernando Vilella y Julio García Tobar.
Una de las ponencias más escuchadas fue la del embajador neocelandés en la Argentina, Carl Worker, quien aclaró que “la agroindustria puede ser el motor del desarrollo” de la Argentina, como lo fue de su país, pero para ello “los productores necesitan de una estabilidad macroeconómica y del cumplimiento de una normativa eficiente”.
Worker señaló que en Nueva Zelanda “el crecimiento de la productividad en el campo fue del 3,3 % en promedio en los últimos años, por encima del 3 por ciento promedio del PBI del país”.
El embajador reconoció que en su país -donde el 50% de las tierras se destinan a la explotación agrícola, frutihortícola y silvícola- “la contribución de la agroindustria al PBI subió el 14 por ciento en 1987 al 17 en la actualidad”.
Por su parte, el economista Adolfo Sturzenegger alertó que la Argentina “decidió discriminar en contra de su mejor candidato para ser motor de desarrollo”, en clara alusión a la agroindustria.
