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Por qué aumentó la carne

La tesis del Gobierno sería viable si la Argentina fuese un país que exportara más del 80% de su producción de carne bovina. El problema es que la relación es exactamente la inversa.

La tesis del Gobierno sería viable si la Argentina fuese un país que exportara más del 80% de su producción de carne bovina. El problema es que la relación es exactamente la inversa.
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El Gobierno cree que la mejor manera de contener los precios minoristas de la carne es aplicando restricciones a las ventas externas de ese producto. La tesis del Gobierno sería viable si la Argentina fuese un país que exportara más del 80% de su producción de carne bovina. El problema es que la relación es exactamente la inversa: alrededor del 80% se consume en el mercado interno. Los frigoríficos y cadenas de supermercados no encuentran con facilidad toda la hacienda que necesitan. Esto es más que una percepción. El primer gran salto de los precios de la hacienda se registró en el primer trimestre de 2005; en ese período, los ingresos totales de vacunos en el Mercado de Liniers cayeron un 10,1% con relación al mismo trimestre de 2004. En tanto, en el último trimestre de 2005 los ingresos de hacienda en Liniers cayeron un 6,5% con relación al mismo período de 2004.

La ganadería argentina padece una importante restricción de oferta y la misma se explica en gran parte por un marcado déficit de producción de terneros/as. La Argentina cuenta con un stock de vacas de alrededor de 21 M/cabezas que producen anualmente apenas 13,2 M/terneros/as, según estimaciones de Daniel Rearte, coordinador de Ganadería y Lechería del INTA. Esto sucede porque una buena parte de los ganaderos argentinos no realiza servicios estacionados ni tactos de vacas ni control de toros. Por otra parte, durante 2004 y casi todo el 2005, la venta de carne en supermercados -medida en pesos constantes- se mantuvo estable; esto a pesar de registrarse en esos dos años una inflación minorista del 19,1%. Sin embargo, a partir de noviembre del año pasado comenzó a observarse una desaceleración de la demanda interna que persiste hasta el presente. La pasión de los argentinos por la carne vacuna es gigantesca. Pero tiene un límite. Ahora bien, si el consumo interno se está enfriando y los valores de la hacienda retrocedieron levemente con relación al pico registrado en noviembre pasado, queda por preguntarse por qué los valores minoristas de la carne siguen tan firmes. Sucede que las plantas frigoríficas han registrado un incremento de sus costos operativos (básicamente mano de obra y energía). El problema es que la fuente de ingresos que utilizan para financiar ese costo -el cuero- se encuentra muy baja en términos históricos.

El cuero fresco de novillo en Buenos Aires pasó de un valor de referencia de 3,45 $/kg en octubre de 2004 a cotizar a 3,15 a comienzos de 2005; en la actualidad ese valor se ubica en torno a 3,00 $/kg. El valor del cuero fresco es artificialmente bajo en el mercado local gracias a una serie de distorsiones aplicadas en las últimas tres décadas por las autoridades argentinas. La Resolución N° 655/05 del Ministerio de Economía redujo del 15% al 8% el derecho de exportación aplicado sobre los cueros frescos, salados, piquelados y wet blue. Sin embargo, a pesar de tal reducción, la aplicación del derecho de exportación sigue realizándose no sobre el valor FOB argentino (como sucede con el resto de los productores exportables), sino sobre un valor de referencia establecido a partir de la cotización, en el mercado estadounidense de Chicago, del cuero de novillo con marca en culata (Butt Branded Steer) más un 8% en concepto de flete. Esto representa una protección efectiva no inferior al 25% del valor FOB. En Brasil, en cambio, la Resolución N° 42/04 de la Cámara de Comercio Exterior (Camex) establece un derecho de exportación del 7% sobre el valor FOB de los cueros frescos, piquelados y wet blue.

De todos los factores que intervienen en la conformación del precio minorista de la carne vacuna, el peso de la demanda externa es el menos significativo. Es más: en 2003 y 2004, cuando la oferta de hacienda no presentaba un panorama tan crítico como el actual, buena parte de los ingresos dolarizados de la exportación se utilizaron para subsidiar a los cortes comercializados en el mercado local. En ese momento nadie hablaba de la carne. Pero luego comenzaron a haber cada vez menos animales y unas pocas curtiembres decidieron que había llegado el momento de pagar menos por el cuero. Fue entonces cuando empezó a prenderse la chispa que hoy quieren apagar con combustible.

Ezequiel Tambornini

Especial para Infocampo

La tesis del Gobierno sería viable si la Argentina fuese un país que exportara más del 80% de su producción de carne bovina. El problema es que la relación es exactamente la inversa.
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El Gobierno cree que la mejor manera de contener los precios minoristas de la carne es aplicando restricciones a las ventas externas de ese producto. La tesis del Gobierno sería viable si la Argentina fuese un país que exportara más del 80% de su producción de carne bovina. El problema es que la relación es exactamente la inversa: alrededor del 80% se consume en el mercado interno. Los frigoríficos y cadenas de supermercados no encuentran con facilidad toda la hacienda que necesitan. Esto es más que una percepción. El primer gran salto de los precios de la hacienda se registró en el primer trimestre de 2005; en ese período, los ingresos totales de vacunos en el Mercado de Liniers cayeron un 10,1% con relación al mismo trimestre de 2004. En tanto, en el último trimestre de 2005 los ingresos de hacienda en Liniers cayeron un 6,5% con relación al mismo período de 2004.

La ganadería argentina padece una importante restricción de oferta y la misma se explica en gran parte por un marcado déficit de producción de terneros/as. La Argentina cuenta con un stock de vacas de alrededor de 21 M/cabezas que producen anualmente apenas 13,2 M/terneros/as, según estimaciones de Daniel Rearte, coordinador de Ganadería y Lechería del INTA. Esto sucede porque una buena parte de los ganaderos argentinos no realiza servicios estacionados ni tactos de vacas ni control de toros. Por otra parte, durante 2004 y casi todo el 2005, la venta de carne en supermercados -medida en pesos constantes- se mantuvo estable; esto a pesar de registrarse en esos dos años una inflación minorista del 19,1%. Sin embargo, a partir de noviembre del año pasado comenzó a observarse una desaceleración de la demanda interna que persiste hasta el presente. La pasión de los argentinos por la carne vacuna es gigantesca. Pero tiene un límite. Ahora bien, si el consumo interno se está enfriando y los valores de la hacienda retrocedieron levemente con relación al pico registrado en noviembre pasado, queda por preguntarse por qué los valores minoristas de la carne siguen tan firmes. Sucede que las plantas frigoríficas han registrado un incremento de sus costos operativos (básicamente mano de obra y energía). El problema es que la fuente de ingresos que utilizan para financiar ese costo -el cuero- se encuentra muy baja en términos históricos.

El cuero fresco de novillo en Buenos Aires pasó de un valor de referencia de 3,45 $/kg en octubre de 2004 a cotizar a 3,15 a comienzos de 2005; en la actualidad ese valor se ubica en torno a 3,00 $/kg. El valor del cuero fresco es artificialmente bajo en el mercado local gracias a una serie de distorsiones aplicadas en las últimas tres décadas por las autoridades argentinas. La Resolución N° 655/05 del Ministerio de Economía redujo del 15% al 8% el derecho de exportación aplicado sobre los cueros frescos, salados, piquelados y wet blue. Sin embargo, a pesar de tal reducción, la aplicación del derecho de exportación sigue realizándose no sobre el valor FOB argentino (como sucede con el resto de los productores exportables), sino sobre un valor de referencia establecido a partir de la cotización, en el mercado estadounidense de Chicago, del cuero de novillo con marca en culata (Butt Branded Steer) más un 8% en concepto de flete. Esto representa una protección efectiva no inferior al 25% del valor FOB. En Brasil, en cambio, la Resolución N° 42/04 de la Cámara de Comercio Exterior (Camex) establece un derecho de exportación del 7% sobre el valor FOB de los cueros frescos, piquelados y wet blue.

De todos los factores que intervienen en la conformación del precio minorista de la carne vacuna, el peso de la demanda externa es el menos significativo. Es más: en 2003 y 2004, cuando la oferta de hacienda no presentaba un panorama tan crítico como el actual, buena parte de los ingresos dolarizados de la exportación se utilizaron para subsidiar a los cortes comercializados en el mercado local. En ese momento nadie hablaba de la carne. Pero luego comenzaron a haber cada vez menos animales y unas pocas curtiembres decidieron que había llegado el momento de pagar menos por el cuero. Fue entonces cuando empezó a prenderse la chispa que hoy quieren apagar con combustible.

Ezequiel Tambornini

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