El trabajo de la Dirección de Estudios Económicos de la Bolsa da fundamento a una queja que desde hace tiempo esgrimen los productores. La condena del sube (de la presión fiscal) y baja (de la rentabilidad) en la que se destacan los derechos de exportación.
Al comenzar la campaña 2004/05 se tenía la sensación de cierta rentabilidad para los cuatro cultivos principales e, incluso, muy buena expectativa para el girasol. Desde mayo del año pasado a la fecha, han ido mermando los precios. La presión tributaria, que resultaba tolerable con valores altos, resulta difícilmente sostenible por el nuevo horizonte observado para el momento de
cosecha.
El estudio presentado por la Bolsa de Cereales porteña muestra la incidencia de los impuestos que afectan directamente a la unidad productiva. Asimismo, se consideran los costos, rindes y precios promedio a los que accede cualquier productor de la zona núcleo de cada cultivo.
Se destaca el resultado de la presión fiscal, calculado como la suma de todos los impuestos sobre los ingresos brutos. Para los cuatro cultivos, el rango comienza en 38,1% para el maíz y llega al 56,4% para la soja, una cuantía elevadísima aún para años de buenos precios. Si se tiene en cuenta que la presión tributaria actual para la economía argentina es el equivalente a 27% del PBI, el gravamen total al sector granario es inusitadamente alto.
Los resultados netos después de ganancias, como porcentajes del valor de la tierra, son inferiores a los esperados por el inversor, y no alcanzan a cubrir el costo de amortización normal para el recurso.
Al margen de las variaciones en la participación relativa de cada uno, el principal componente son los Derechos a la Exportación (63%-70%) seguidos por el Impuesto Inmobiliario y el Impuesto a las Ganancias (sólo en Soja y Girasol).