En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fé, más de setecientos terrenos baldíos y basurales se convirtieron en los últimos dos años en huertas comunitarias, en las que trabajan unas 10 mil familias de desocupados. Las verduras y hortalizas que cultivan, todas sin agroquímicos, son vendidas en ferias municipales o utilizadas para el consumo hogareño. La iniciativa, nacida al calor de la crisis de 2001 se impulsó para paliar la emergencia alimentaria en los barrios más pobres de la ciudad. El proyecto fue impulsado por el Centro de Estudios de Producciones Agroecológicas (Cepar), con el apoyo de la Secretaría de Promoción Social del gobierno municipal de Rosario.
Infocampo radio conversó con Pedro Pavicich, secretario de promoción social de Rosario, quien se manifestó altamente satisfecho por la expansión sostenida que adquirió el proyecto y aclaró que éste no suscitó conflictos con los otros comerciantes de la zona.
Pavicich comentó que la iniciativa comenzó después de la crisis del año 2001 y tuvo como objetivo, ofrecerles a las familias interesadas la posibilidad de producir distintas verduras y hortalizas, para su posterior consumo.
Según Pavicich, “si bien el programa surge después de la crisis de fines del 2001, ya reconocía antecedentes de trabajo en huertas solidarias y comunitarias que determinaron que existiera una fortaleza importante, que permitió al programa desarrollarse con mayor rapidez”.
El secretario de promoción social de Rosario explicó que la primera tarea fue la localización de terrenos baldíos o desaprovechados, en los cuáles se pudiera armar una huerta familiar o comunitaria.
Una vez determinados los lugares para las distintas huertas, se realizó, en conjunto con otras organizaciones sociales, un trabajo de capacitación muy importante para los grupos comunitarios y las familias participantes del proyecto. Muchos colaboradores no poseían experiencia previa en el área, por lo cual fue fundamental la transmisión de técnicas utilizadas para el desarrollo de huertas.
Pavicich explicó que la ventaja principal de las mismas consiste en que sus productos no tienen agroquímicos, lo que se presenta como un beneficio significativo al momento de consumirlos.
Informó que el programa ha impulsado el funcionamiento de más de 700 huertas, de las cuales casi 200, no sólo trabajan para el consumo propio de sus productos, sino que también lo hacen para comercializarlos. Las otras 500 están orientadas mayoritariamente hacia el autoconsumo o hacia el consumo en los espacios comunitarios que han originado esas huertas.
Pavicich declaró que hay aproximadamente 10 mil familias incluidas en el programa. “Lo importante es ir agregando otro tipo de actividades que puedan permitirle mayor ingreso a la familia”, agregó. “por ejemplo la comercialización en ferias. En la ciudad de Rosario hay 5, ubicadas en distintos lugares de la ciudad, que les permiten comercializar a estos emprendedores”.
Asimismo consideró que hay 2 elementos que permiten promocionar el programa.
Por un lado, el hecho de que los productos sean libres de agroquímicos y, por otro, lado el tema de la solidaridad que conlleva la iniciativa. “En momentos difíciles creemos importante promover este concepto”, sostuvo, y agregó que “los emprendimientos en la feria tienen una muy buena aceptación por parte de la población y les permiten ingresos a la familia que contribuyen a su sostenimiento”.
Pavicich comentó que existe una agroindustria abocada al lavado de la verdura del lugar, que también la corta y la fracciona para que sea vendida en pequeñas bandejas, que le agregan valor a la producción original de las huertas.
“Estamos trabajando para implementar una agroindustria en otro lugar de la ciudad, en uno de los distritos donde hay mayores índices de pobreza”, explicó. “A su vez estamos trabajando también en la implementación de una agroindustria de cosmética natural, a partir de los lugares que vienen desarrollando plantas aromáticas”.
En cuánto a los comerciantes minoristas de frutas y verduras en Rosario argumentó que “no hemos tenido ningún inconveniente. En un primer momento existió la preocupación de que esto pudiera constituir una competencia para estos comerciantes”. Pero explicó que, si bien hay muchas familias involucradas en el proyecto, el volumen hace que no haya dificultades con los otros comerciantes, “incluso porque no competimos en el precio sino ofreciendo productos que no existen en los comercios”, aclaró “y también la cuestión de la solidaridad social de por medio, hace que tengan hoy reconocimiento y respeto.”
Asimismo expuso que se ofrecen buenos productos, a precio de mercado. “El funcionamiento del programa dio cuenta de que no había una competencia que hiciera temer las ventas de otros comerciantes”, observó finalmente.
Como bien dijo Daniel Díaz, el deseo es que este proyecto solidario, sea imitado con igual fuerza en otros sectores del país.