Esta enfermedad demostró que su dispersión es más dependiente de la humedad que de la temperatura, ya que desde su primera detección en nuestro continente fue en Paraguay, en marzo del 2001, ha llegado a detectarse en Colombia y en el Uruguay, por mencionar los sitios más distantes.
Durante los últimos meses y desde diferentes ámbitos se vienen escuchando disertaciones sobre qué es, de dónde viene, cómo reconocerla, qué hospedantes alternativos tiene, entre otras inquietudes.
Entendiendo todo ello, es hora entonces de comenzar a hablar sobre cómo accionar frente a esta enfermedad y no reaccionar una vez establecida en nuestros cultivos.
La prevención es la clave
La prevención es la clave para el manejo de esta enfermedad, una vez que las esporas germinan en 9 a 11 días puede completar su ciclo y generar nuevas esporas; si a esto le sumamos que durante los primeros 4 o 5 días no vemos síntomas evidentes, podemos darnos cuenta de que la roya exige medidas rápidas; por más adecuada logística y equipamiento que hayamos previsto no podremos enfrentarla una vez enquistada.
Monitoreemos, entonces, la aparición de la enfermedad antes de que nuestro cultivo emita las primeras vainas (R3), ya que la tasa de progreso hasta ese momento es lenta, pero a partir de allí y aunque no haya síntomas evidentes apliquemos un fungicida eficaz y de gran persistencia de acción como Opera.
Luego alertemos a todo el área de influencia sobre la necesidad de comenzar a proteger los cultivos de soja a medida que nuestros cultivos lleguen a ese estadío.
Entender que la aplicación temprana con fungicidas es más eficaz que las aplicaciones curativas será la clave del éxito para el manejo de esta enfermedad.
En nuestro país, en la campaña pasada, más de 1.200.000 hectáreas han sido protegidas contra enfermedades de fin de ciclo con fungicidas foliares, lo que confirma una tendencia que se viene observando en los últimos años.
Durante ese mismo período se ha demostrado que utilizando productos fungicidas de ultima generación como Opera, esa protección resulta en una mejora del rendimiento de 400 kilos por hectárea en promedio en el área núcleo y mayor aún en el norte de esta área, cuando aplicamos en períodos reproductivos tempranos (R3).
Cabe preguntarse, ¿por qué entonces en esos sitios donde ya se ha comprobado ese efecto no deberíamos aplicar y prevenirnos de éstas y de esa otra enfermedad tan temida que es la roya asiática?
No esperemos que otro verano seco demore la aparición de esta enfermedad como lo hizo la última campaña, y actuemos preventivamente haciendo rentable el agronegocio sin hacerles asumir riesgos irreparables a nuestros productores.
Por Ricardo Paglione
Depto. Técnico de BASF Argentina S.A.