na visita de empresarios argentinos ligados al negocio ganadero a Chile (ver pág. 6); el desembarco de los agrícolas en el sur de Bolivia, Uruguay y Brasil, entre otros países, pone en blanco sobre negro que la elite agroalimentaria busca un poco de aire en otras tierras.
Desde hace un tiempo, el resto de la sociedad argentina ya “leyó” en estas señales la confirmación de que el sector funciona con otra velocidad y otros códigos, más cercanos a la generación de riqueza que a los de la distribución de la pobreza.
Y también percibe que a estos empresarios, muy alejados de la tradicional foto de los “conservadores del campo”, han privilegiado la adopción de tecnología por sobre la renta de la tierra. Por eso se les hace imperioso contar con reglas de juego claras. Esas que, lamentablemente, parecen no encontrar en el escenario local.
Como por ejemplo en este Congreso, no es el uruguayo que hace un par de meses promulgó una ley obligando al Ejecutivo a abstenerse de implantar cualquier tipo de retenciones a las exportaciones agrícolas.
Y este análisis excede a las honrosas excepciones de aquellos legisladores que entienden las necesidades y dinámica del sector agroalimentario, pero que deben discutir sobre proyectos como los de la extranjerización de tierras o la creación de la Junta Nacional de Producción Agropecuaria.
Una situación incomprensible si se tiene en cuenta que la mayoría de los legisladores proviene del interior. Ellos han visto el efecto positivo sobre las economías que ha producido el crecimiento de la agricultura.
Un ejemplo lo daba, en la redacción de Infocampo, el intendente de la ciudad de Rosario, el ingeniero civil socialista Roberto Miguel Lifschitz: “El índice de pobreza bajó un 4% en la ciudad y en el Gran Rosario”.
Y lejos de constituir un hito, el intendente anunciaba la creación de dos centros biotecnológicos en la ciudad para el 2005. “Sabemos de lo que es capaz de dar el sector”.
Y sin embargo, el peso político del sector sigue siendo desproporcionadamente pobre en función del aporte que está haciendo a la economía nacional.
Mirar a Brasil es tomar conciencia de esto. Allí hay un grupo interpartidario que ha tomado la cuestiones rurales como cuestiones de Estado. Son más de 160 legisladores sobre un total de 450 que hacen sentir, en cada negociación, su peso.
Mientras tanto, la administración Kirchner ha dado en los últimos tiempos algunas señales alentadoras.
Además de la aprobación del maíz RR en una foto que reunió al secretario Miguel Campos y al ministro de Economía Roberto Lavagna, ahora va por el relanzamiento del negocio ganadero. Advirtiendo que es el negocio que más tiene por crecer, busca dar las condiciones para lograr el aumento de producción en los próximos años, con tecnologías de costo 0, sólo mejorando el manejo.
Desde la Cancillería ya lo saben: en lo que va del año, la Argentina aumentó en un 21% la cantidad de firmas exportadoras. Y el mayor dinamismo corresponde a las exportaciones Pyme (+ 19%), en comparación con las Grandes ( + 12%). Para estas empresas (donde militan las agroalimentarias), Latinoamérica es el destino favorito de las exportaciones Pyme: Mercosur (30%), Chile (12%) y la Comunidad Andina (CAN) (7%) explican en conjunto el 50% de las exportaciones Pyme.
Hacia allí se dirigen los esfuerzos. Conseguir mejorar los ingresos. Porque con estos salarios, el mercado interno no crece, y en consecuencia el negocio no se equilibra. Y nadie quiere ser una isla próspera en un mar de pobreza. Ese es el máximo desafío para empresarios y funcionarios. Sobre todo ahora, que los precios
