La obtención de la Identificación Geográfica para un chacinado tradicional de Córdoba permite identificarlo y protegerlo de imitaciones. Este logro, del que participó el INTA, fue galardonado por la Fundación ArgenINTA.
Reconocido a escala nacional, el salame típico de Colonia Caroya recibió la Indicación Geográfica (IG) hace tres años a fin de identificar y rescatar el chacinado de Córdoba para asegurar su preservación, prestigio y calidad. Este sello, de cuya construcción participó el INTA, fue galardonado en la nueva edición de los premios a la calidad e inocuidad agroalimentaria, que cada año organiza la Fundación ArgenINTA, en la categoría Valorización de especies y productos típicos locales.
En el marco de la a XIII Edición de los Premios ArgenINTA a la Calidad Agroalimentaria, realizado en el auditorio del Automóvil Club Argentino (ACA), de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se distinguieron también el trabajo realizado por las Cooperativas apícolas de Corrientes Monte Caseros y el desarrollo de quesos funcionales con adición de compuestos bioactivos de Córdoba. Ambos logros contaron con el apoyo del INTA en su desarrollo.
En su discurso, Amadero Nicora –presidente del INTA– aseguró: “Vivimos momentos muy desafiantes en nuestro querido país que nos demandan agregar valor como estrategia, a fin de que sirva como base de desarrollo de nuestro territorio. Y las instituciones públicas como el INTA y la Fundación ArgenINTA aportamos a este objetivo”.
“El Premio otorgado por la Fundación es un ejemplo en el que colaboramos en la visibilización a quienes ponen la inteligencia, el esfuerzo, el tiempo, el coraje, el desafío de asumir finalmente esto de agregación de valor es una cuestión tan importante como es lo agroalimentario y con el objetivo de inocuidad y calidad”.
Por su parte, Hugo Garcia –director ejecutivo de la Fundación ArgenINTA– destacó la importancia del Premio a la Calidad Agroalimentaria y lo consideró “un orgullo” para la Fundación. Asimismo, felicitó a los ganadores por el esfuerzo y destacó la importancia de sus proyectos que “aportan a la innovación y a la mejora de la calidad de vida de nuestro sector agropecuario”.
Para Marcelo Champredonde –técnico del INTA Bordenave, Buenos Aires, y promotor de este proyecto–, “este premio es un reconocimiento al trabajo conjunto del INTA y el Municipio de Colonia Caroya, junto a otras instituciones, a fin de acompañar a los elaboradores locales para construir una Indicación Geográfica que permitiera proteger un componente importante del patrimonio local, como lo es el salame típico”.
El especialista fue más allá y aseguró que “la obtención de la IG constituye, sin lugar a dudas, el mayor logro colectivo asociado a este proyecto que, además, consiguió unir al primer grupo de elaboradores, aspecto que parecía improbable al inicio del proceso”.
En cuanto al premio entregado por la Fundación ArgenINTA, Champredonde indicó que constituye “un estímulo” para que más productos se sumen en la implementación del sello y para que la población conozca un poco más a estos sellos de calidad por el origen. “El impacto del proceso es positivo en múltiples aspectos”, puntualizó.
Entre otros logros, junto al Municipio y a un club local, se volvió a organizar la Fiesta del Salame de Colonia Caroya y los elaboradores que adhieren a la IG participan conjuntamente en ferias y festividades regionales y nacionales. Además, abastecen con sus productos a eventos oficiales y recorridos con turistas.
De acuerdo con el análisis del INTA y el Municipio de Caroya, mientras que muchos de los elaboradores comerciales no portan un apellido friulano ni poseen ancestros de esa región del Norte de Italia, el 82 % de los productores aprendió la receta de familias de origen friulano, el 13 % por un amigo de origen friulano y el 5 % tuvo otras fuentes no italianas.
A la vista, es un salame que se embute en tripa bovina y mediando aproximadamente 25-30 cm de largo, con un diámetro de 40-50 mm una vez que se seca. Derecho y de aspecto regular, el salame debe estar firme al tacto, con una cierta elasticidad, y atado con segmentos de unos 7 cm de largo.
La rodaja de salame tiene un color brillante. Los trozos de grasa deben ser de aproximadamente 0,5 cm de ancho, distribuidos uniformemente. El color característico del producto es un rojo oscuro que no presenta nervios.
Su olor es intenso, aromático y característico recuerda al olor del sótano, componente típico de la arquitectura caroyense y lugar en el que se madura al salame típico. El sabor es característico, especiado, con poca sal y levemente picante. Una de las principales características es el corte, siempre en ángulo, con rodajas finas, pero mucho más amplias que el corte recto habitual.