A 60 días de cumplir 60 años, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria –INTA– trabaja en líneas tecnológicas que brindan soluciones concretas a problemáticas regionales, marcan el futuro en investigación y mejoran la calidad de vida de la sociedad. Pionero en articulación público-privada, el instituto posiciona a la Argentina en el desarrollo de innovaciones que son reconocidas por los argentinos, motorizan el sistema agroindustrial y trascienden el agro.
Creado en 1956, el INTA nació con la misión de generar innovaciones, reforzar la competitividad de las cadenas productivas, promover el desarrollo rural sustentable del país y fortalecer las condiciones de vida. Hoy se destaca por ser una de las pocas instituciones en el mundo, cuya estructura articula investigación y extensión, que observa el contexto y busca adecuarse con nuevas propuestas tecnológicas.
La búsqueda permanente de unir la investigación con la extensión es la clave para desarrollar una ciencia y tecnología a la medida de las necesidades y problemáticas del país. Este contacto directo con el territorio ayuda a los investigadores a construir sus agendas de trabajo vinculadas con problemáticas reales”.
Esta interacción se constata en dos estudios de opinión pública que ratifican el impacto de los logros: el primero afirma que 2 de cada 3 productores rurales del área núcleo valora positivamente la acción del instituto, mientras que el segundo estima que 1 de cada 2 argentinos de centros urbanos tiene la misma apreciación.
Con presencia en las cinco regiones de la Argentina, el INTA se organiza en una estructura que comprende: una sede central, 15 centros regionales, seis centros de investigación, 52 estaciones experimentales, 22 institutos y más de 400 unidades de extensión.
En la definición de cada línea de trabajo llevada adelante en estos espacios, está la mirada de más de 2.000 representantes públicos y privados –organizaciones de productores, gobiernos provinciales, entidades del sector, universidades– que funcionan como consejeros y ejercen un control social sobre la institución.
Por Amadeo Nicora. Presidente del INTA