La de Livia Negri es una de esas historias que vale la pena contar y que sea protagonista de la serie de podcasts ELLAS.
Es bioquímica, doctora en Ciencias, Especialista en Gestión de la Tecnología y de la Innovación, Magister en Ciencia y Tecnología de los Alimentos.
Pero cuando estaba finalizando la carrera, y recordando que de niña había tenido mucho contacto con la rural, se dio cuenta que no estaba enteramente convencida de lo que venía: “La pasé muy bien y disfruté la carrera, pero cuando estaba terminando me di cuenta que no quería pasar mi vida en un laboratorio”, relata.
Así fue que un día le llegó la propuesta de una amiga para irse al INTA Rafaela. ¿Qué iba a hacer una bioquímica en un Instituo de Investigación sobre el agro? Pero fue ese camino el germen para su regreso al campo y a disfrutar de la naturaleza.
A tal punto que actualmente lidera el proyecto “AgTech para lechería climáticamente inteligente” en el marco de Fontagro, siendo codesarrolladora de las aplicaciones CheqTambo (2019-2021) y Lecheck (2022).
“Empezamos a tratar de organizar todo lo que pasa en los tambos, que es mucho, armamos una lista, y de ahí surgió la posibilidad de una app para dejar de lidiar con los papeles que siempre son una complicación en medio del campo”, cuenta.
A continuación, su historia:
– ¿Cómo es tu vínculo con el campo? ¿Viene de niña?
– Sí. Soy de Paraná, Entre Ríos. Y todas mis vacaciones, hasta que tuve plata y pude hacer otra cosa, fueron en el campo. Asique me crié entre animales, un ambiente muy familiar, muy lindo, pero nunca me imaginé que estudiando bioquímica podría llegar a trabajar en algo vinculado al campo.
– Si cerrás los ojos y te dejás llevar por sensaciones de aquella época, ¿qué recordás?
– Olores todos. Soy muy de los olores. La tierra mojada, el barro, los eucaliptus, los loros. Eso es mi infancia. Vivir con tierra encima. Y esa libertad que sentís cuando vivís en el campo.
– Llegó el momento de estudiar y elegir una carrera a los 18. ¿Por qué elegiste bioquímica? ¿Tenías un plan b?
– Me crié entre los libros de mi papá y mi mamá que eran físico y bióloga, asique a los 18 mezclé las dos cosas y me metí en bioquímica. Sin mucho más que pensar. Una carrera que me fascinó, me atrapó, muy interesante. Pero a la hora de definir lo laboral no me gustaba. Sobre todo la idea de estar en un laboratorio haciendo análisis… ahí se me empezaron a quemar los papeles.
– ¿Qué descubriste dentro de la carrera que te haya sorprendido?
– De muy joven me empecé a meter en los laboratorios. A trabajar en investigación. Ahí me gané una beca para trabajar en el desarrollo de kits para hepatitis C, que estaba empezando a ser fuerte. La verdad es que vivía en la facu. Pero estaba muy entretenida en investigar. Acordate que el acceso a la información era diferente de ahora, no estaba tan disponible. Y ahí me picó el bichito de investigar. No sabía bien en qué área pero empezó ahí.
– O sea que cuando “se te quemaron los papeles”, porque no te imaginabas en el laboratorio, surgió esto de investigar…
– También estuve en un grupo que hacía biotecnología y trabajaba en el tema de Mal de Chagas. Y después me gradué y no sé por qué empecé una maestría en ciencia y tecnología de alimentos. Para mí algo que caracterizó mi trayectoria laboral es que cuando tenés una depresión o no encontrás un hueco donde seguir, me he metido a estudiar. Siempre lo hice y siempre me fue mejor. Se me abrieron más puertas, salí con más herramientas. Me fascinó a punto tal que dudé en empezar la carrera de Ingeniería en Alimentos. Si hubiera podido ir para atrás y elegir de nuevo a los 18 la hubiera elegido. Pero bueno, a esa edad ya no daba.
– En INTA, ¿cómo y dónde entraste?
– Conocí una de mis mejores amigas del INTA, Roxana Páez, que me dijo que me vaya a trabajar con ellos a Rafaela. “¿A hacer qué si soy bioquímica? ¿Qué hace una bioquímica en INTA?”, pensé. Es que en el INTA, año 1998, acababa de meter grupos de jóvenes a trabajar en alimentos en diferentes unidades. Conformamos un equipo tremendo en calidad de leche y productos lácteos. Yo química, Roxana ingeniera en alimentos, y Mónica Chávez ingeniera química. Las tres outsiders entre agrónomos y veterinarios.
– Y ahí se configuró tu vuelta al campo, algo que no tenías pensado….
– Ni se me hubiera ocurrido. Pero me encantó. Esto del laboratorio en el campo. Abríamos y teníamos el tambo enfrente. Por otra ventana, veíamos todo el campo. Me sentí muy cómoda. Investigación muy aplicada al sector. Trabajábamos muy vinculadas a la industria. Fue fantástico.
– ¿Y cómo llegó desde ahí la posibilidad de participar del desarrollo de dos aplicaciones buscando la gestión de los datos en los tambos pensando en una lechería “climáticamente inteligente”?
– La vida me fue llevando. Mi amor por la lechería empezó ahí y nunca terminó. Me mudé a Buenos Aires por cuestiones personales. Empecé a trabajar en el Instituto de Alimentos en 2007. Coordiné un proyecto de gestión de calidad. Y a la par que trabajaba de investigadora y llevaba adelante líneas de investigación, empezaba a perfilar mi doctorado. Trabajando con asociaciones y empresas empecé a ver que estaba faltando consensuar las buenas prácticas para implementar en establecimientos lecheros para asegurar calidad de leche. Entonces, a través de Aprocal (Asociación civil Pro Calidad de Leche y sus Derivados) que es una ONG, propuse trabajar en eso. Primero hacer un manual. Juntamos 25 representantes de asociaciones e INTA y acordamos un paquete de buenas prácticas.
– ¿Y cómo llega lo de la aplicación?
– Con ese manual, empecé a ver que una de las cosas que complicaba la tarea era tener hojas impresas, llevarlas al tambo, se ensucian, es difícil escribir con la tierra y el viento y la humedad… y después procesar esa información es difícil, casi inviable. Entonces, primero, hicimos una planilla pero en Excel y que empiece a darte unos gráficos para hacerlo más visible. Y después hicimos un convenio de vinculación tecnológica con una empresa de Córdoba que trabaja en sistema e hicimos Check Tambo. De manera gratuita, disponible para los productores, y la cosa empezó a funcionar.
– ¿Qué datos son relevantes ahí?
– Algunas características mínimas del establecimiento y después son todas prácticas para ver si las cumple o no. Rutinas de ordeño, manejo de efluentes, profesionales implicados en las prescripciones, sean veterinarios y agrónomos… Son casi 100 prácticas las que se relevan. No queda casi nada afuera. Al productor entonces le das una idea de dónde está mejor parado y dónde tiene que empezar a mejorar para ser más eficiente.
– ¿Tenés idea de qué tecnologías de manejo están más subutilizadas?
– Una es el bienestar animal, incorporar ventilación y aspersión. Es una práctica que a veces no se cumple y cuando el productor ve la relación costo-beneficio, cómo te devuelve eso en productividad del animal, se implementa. Obvio, si tienen posibilidad de invertir. Que a eso es a lo que ayudamos, a que vos tengas un listado de todo lo que necesita plata y no está haciendo para que cuando tengas un peso para invertir uses esa lista de guía.
– También debe hacer cosas que no necesitan plata o tanta inversión y tampoco se hacen porque no se justiprecia su beneficio o porque se desconocen…
– O por desorganización quizás. Porque la producción de un establecimiento lechero es compleja. Y otra de las cuestiones que por ahí no están tan presentes es la condición de los trabajadores. Si ellos están sabiendo para qué hacen tal o cual tarea. Si están siendo capacitados, etc. Lo bueno es que cuando los productores o asesores identifican esto es lo primero que se revierte. Y eso está muy bueno y se revierte fácil.
– A través de los proyectos que estás llevando adelante tenés una conexión regional y, creo, global de la lechería. ¿Cómo ves a la lechería argentina comparada con el resto?
– Si. A través del proyecto que tengo con Fontagro tenemos mucho vínculo regional. Estamos trabajando con Centroamérica, Caribe y Conosur. Las diferencias son importantes. No digo mejor o peor. Nuestra producción está más intensificada, tenemos más animales por establecimiento. Tenemos mucha tecnología metida. Los productores que son de punta son de punta de verdad, tienen tecnología, conocimiento y aprendemos de ellos. Nuestros campos son extensos y abiertos. Eso les llama la atención. Estamos muy bien en evaluaciones de calidad de leche, sanidad animal, etc. En otros países estamos más complicados en eso.
– ¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés hoy?
– Que trabajo con un montón de gente, mi trabajo me va llevando y abriendo puertas que no tenía pensadas. Esa capacidad de innovación me encanta. Disfruto de meterme con tecnologías. Ver que lo que estoy haciendo sirve. Que hay un productor, un asesor, gente que le hemos podido dar trabajo con lo que hacemos. Listo. Trabajo cumplido.
– ¿Qué es el campo, lo rural para vos hoy?
– Hoy lo veo como el potencial de Argentina. Esa materia prima que tenemos que cuidar un montón, empezar a sacarle más valor de lo que lo estamos haciendo. Para mí es nuestro tesoro.
FUERA DEL SURCO
– ¿Qué hacés para resetear tu mente cuando venís complicada de trabajo?
– Yo soy triatleta. Lo hago hace ya varios años y no concibo la vida sin el deporte. Tengo mucha energía en general, pero el deporte me da más energía. Me saca el cansancio del trabajo que te deja agobiado, sin poder pensar, con la cabeza agotada. El deporte me renueva. Mis objetivos deportivos me renuevan. Hace poco acabo de alcanzar un objetivo que era increíble para mí, que era correr medio IronMan y lo hice.
– ¿El de Buenos Aires?
– Si. Tuve complicaciones, llovía, había viento, se me pinchó la bici, pero lo logré. Vas vos, tu alma, confiando en tus capacidades, en lo que entrenaste, Queriendo alcanzar ese desafío para superarte. Es como en la vida, si vos sentís que estás cómodo y, estás medio achanchado. Por eso, siempre superándote.
– ¿Se te han ocurrido cosas de trabajo mientras corrías?
– Uff… Sí, tal cual. Yo corro desde 1998, cuando estaba en Rafaela. Nunca paré. Las mejores ideas se me han ocurrido corriendo. Cómo armar mi tesis de doctorado se me ocurrió corriendo. Conecto con el universo. Corrí hasta los 5 meses de embarazo de mi primer hija. No sé qué pasa cuando corro, pero pasa.
– Para alguien que quiera empezar a correr, que es algo difícil, no empezar pero sí mantener, ¿qué le dirías o recomendarías?
– A lo largo de mi vida he compartido el espacio con gente que no corría y que se ha empezado a meter. Un caso es el de mi hermana, que amo con todo mi corazón. Ella no solamente no corría sino que era anti runners. Yo iba a Paraná y me decía que era muy inquieta porque yo salía a correr por las barrancas, el río, lugar hermoso. Y un día, nos pasaron cosas graves en la familia y ella empezó a caminar, empezamos a caminar juntas. Después unos trotecitos. Re de a poco. Hoy su última carrera fue de 70 kilómetros en la montaña. Hace carreras de trail, no para, es fanática, se despeja, encontró esa alegría y felicidad y energía que te da correr. Y viene a visitarme a Buenos Aires y se va a correr o salimos juntas. Y lo hizo de grande. Tenía más de 40 cuando arrancó. Así que se puede.
– ¿Series o películas? ¿Qué elegís para mirar?
– Me gustó, por ejemplo, “Borgen”, me encanta lo que es escandinavo. Esa serie me encantó porque es de la dinámica política y toda esa trama. Una especie de “House of cards” pero de allá.
– ¿La lectura fuera de lo profesional?
– Me encanta. Leo en el libro electrónico que me da la versatilidad de leer en cualquier lado. Lo que más me gustó fue de Ken Follet, la trilogía “La caída de los gigantes”. Es la primera guerra mundial, la segunda y la guerra fría contado a través de la transición generacional de cinco familias involucrados en la guerra. Es brillante. Y el otro que recomiendo es “Millenium” que es una novela negra sueca. También buenísima.
– ¿Algún lugar en el mundo que conozcas y que recomendarías conocer?
– Paraná. Me encanta. Hay un pueblito al lado, Villa Urquiza, al norte de Paraná, con playa, una villa al lado del río que es muy lindo.
– ¿Y algún lugar que te gustaría conocer?
– Israel, mucho me gustaría. Su gente, cómo se organizan. Turquía y la península escandinava también.
– ¿Alguna mujer en tu vida?
– Mi mamá. Fue re importante. La perdí cuando tenía 7 años, pero me marcó su presencia, su energía, su capacidad de hacer todo.
– ¿Alguna frase de cabecera o idea motivacional?
– Frase no, pero mi manera de vivir es ver siempre el vaso medio lleno. Porque la vida es así, a veces va bien otras no tanto. Ser feliz es un modo de vida. Elegís ser feliz y lo sos. Es una cuestión de actitud, pase lo que pase… aunque a veces estás más para abajo, pero siempre mirando la parte del vaso medio llena.
MUJERES EN CAMPAÑA
“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.
La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.
Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.
El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.
Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.